jueves, 8 de enero de 2015

El ejemplo de Pedro

Desde este martes recién pasado los dominicanos celebran el hecho de que su ídolo deportivo, Pedro Martínez, haya alcanzado el máximo galardón que se otorga en el beisbol mundial, al haber sido escogido como miembro del Salón de la Fama de Cooperstown. Solo seis deportistas latinoamericanos habían alcanzado tan alta distinción y entre ellos uno de República Dominicana, Juan Marichal, que lo logró hace más de 32 años. Por eso el país ha sido conmocionado por la noticia, creándose una significativa unidad de espíritu nacional en torno a la figura de tan distinguido beisbolista criollo. Todos se asocian al regocijo colectivo en torno a “Pedro el Grande” que tanto deleitó a la gran fanaticada de “pelota” desde el montículo de lanzadores, en especial en los estadios de Las Grandes Ligas de los EE.UU.
    
El acontecimiento corona toda una carrera exitosa que hoy enorgullece a los dominicanos, y unifica el espíritu nacional hasta elevarnos a la máxima sensación de que “todos somos Pedro”. Es en ese marco que podemos hacer conciencia clara del ejemplo que encierra la carrera de este brillante dominicano deportista, que ha logrado demostrar un nivel de competitividad y logro a la altura de los grandes deportistas de los países más avanzados y desarrollados. 
    
Pero la grandeza de Pedro no solo se valora en su destreza y dominio como lanzador de pelota, donde acumuló los números que merecieron la máxima distinción, sino que su profesionalidad lo llevó a desarrollar una personalidad igualmente preparada como el mejor, con inteligencia, con un gran sentido de la palabra comunicada, decencia, buen comportamiento y sobre todo con disciplina y apego a los procedimientos y normas deportivas y ciudadanas, sometiéndose al juego “limpio”, en una época en que las tentaciones del negocio deportivo doblegaron a tantos otros compañeros peloteros de su generación. Por eso los éxitos de Pedro Martínez son grandes, legítimos, auténticos y frutos de un comportamiento ejemplar, donde estuvo presente la Ética y la proyección personal comprometida con los suyos y la comunidad.
    
El ejemplo de Pedro viene bien a los dominicanos de hoy, quienes asisten a una realidad nacional calamitosa, especialmente desde el punto de vista de los valores y de la buena conducta, realidad consecuencia de unos políticos que han confundido el éxito con el “juego sucio” y moralmente descompuesto, motivados exclusivamente por el logro de obtener recursos públicos con el doble propósito de acumular riquezas mal habidas y poder politiquero, abandonando el compromiso con la comunidad nacional y de promover el verdadero desarrollo del país.
    
Sirva, pues, el ejemplo de Pedro para todos, pero especialmente para la adolescencia y la juventud dominicanas.
¡Congratulaciones!

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