miércoles, 6 de agosto de 2014

Desastres en tiempo real.

El país ha sido atacado por un largo período de sequía que no sólo afecta la agropecuaria, sino también a las presas y la provisión de agua para consume humano, hidroeléctrico y agrícola con serias y graves consecuencias para la vida de la población. Sin embargo, un fenómeno natural como la tormenta Bertha aunque inundó a varias comunidades provocando desastres e incomunicándolas, traerá para el país un gran alivio, al menos para la zona de la Capital y del Este, al elevar la disponibilidad de agua.  Es decir, que se trata de un desastre deseable porque mejora las condiciones para que se dé la vida, vida buena y en abundancia.  
    
No pasa igual con el terremoto que ocurrió en China, el cual no sólo destruyó miles de viviendas y edificios en la ciudad de Ludían en el sureste de ese gran territorio, sino que ha traído un saldo trágico de cientos de muertes y miles de heridos, convirtiéndose en una gran calamidad para ese gran país oriental. Es ese un desastre indeseable que en vez de vida provoca muerte, dolor y daños para los sobrevivientes y para el gobierno chino que habrán de redoblar esfuerzos y recursos para aliviar ese desastre. Frente a esa situación nos queda expresar la solidaridad a tantos afectados.
    
El otro gran desastre que ya tiene cerca de dos meses, está ocurriendo en Gaza, pequeña ciudad de 48 kilómetros cuadrados y 1.8 millones de palestinos, donde tiene lugar las más desalmada destrucción de viviendas, escuelas, hospitales y demás infraestructuras, llevándose consigo la vida de miles de civiles, niños, ancianos, jóvenes y adultos, y en donde la furia destructiva no parece tener ningún límite, irrespetando toda consideración a los valores que le han dado sustento a la “civilización occidental” de la cual los judíos han sido grandes artífices.
    
Parece inimaginable que una comunidad de hombres y mujeres que se han distinguido por ser la inteligencia humana más avanzada y de la cual han surgido tantos genios universales y tantos aportes para el desarrollo de la misma humanidad civilizada, sea al mismo tiempo capaz de emular los horrores de los “centros de concentración” de que ellos fueran víctimas, cuando Hitler los sometiera a uno de los más detestables desastres de “lesa humanidad” que registra la historia. No hay justificación de guerra que no resulte ridícula, como tampoco la hay para la indiferencia indolente de la comunidad internacional.    

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