jueves, 20 de diciembre de 2012

La ambición y el ego destruyeron a Bonds

New York.-Quizás la mejor manera de comenzar es con una lección de historia.
En 1993, antes de BALCO y la temporada de 73 jonrones, Barry Bonds era el mejor jugador de béisbol por un margen que modestamente podría describirse como enorme.
Podría legítimamente reclamar todas las herramientas importantes del béisbol, excepto un brazo de lanzador. Fue un jardinero de Guante de Oro que bateó 46 jonrones, se robó 29 bases y tuvo un .458 en porcentaje de embase y 1.136 de OPS. No sólo era el mejor jugador de béisbol, era un compendio humano de todos los mejores jugadores de béisbol.
Esto es instructivo porque los votantes del Salón de la Fama, que emitieron su voto este mes se enfrentan a una decisión desconcertante en cuanto a Barry Lamar Bonds, haciendo su primera aparición en la papeleta. 
A diferencia de otros jugadores conectados con sustancias para mejorar el rendimiento -- Mark McGwire, Sammy Sosa, Rafael Palmeiro -- Bonds era sin dudas un futuro miembro del Salón de la Fama, antes de conocer a Víctor Conte.
No será inmortal
 A pesar de ello, parece que los votantes le negarán rotundamente su entrada en la primera votación.
Hay muchas razones para esto, algunas legítimas y bien consideradas, otras menores y desdeñosas. Pero nadie que fue testigo de Barry Bonds en 1993 pudo evitar sentirse conmovido por lo que vio.
En aquel entonces hubiera parecido imposible imaginar a Bonds en este lugar: Condenado y deshonrado, cinco años después de un retiro que nunca fue su idea. 
En 1993, ganó su segundo premio consecutivo de Jugador Más Valioso, su tercero en cuatro temporadas. 
Debería haber tenido cuatro premios en fila, pero en 1991 los escritores le otorgaron el título a Terry Pendleton, cuya principal calificación fue que no era Bonds. Claramente, el camino de Bonds se estableció temprano.  

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