viernes, 28 de diciembre de 2012

Mi Santiago querido: Hoy sucio y desordenado


Ha sido constante la lucha que han llevado a cabo los integrantes de las diferentes urbanizaciones que se han levantado en los últimos años. En Santiago los que adquieren propiedades inmobiliarias, con áreas verdes reservadas, viven con el grito al cielo porque nunca las disfrutan. 
    
Los hombres y mujeres que residen en la Urbanización Jardines del Oeste, en Santiago de los Caballeros, deben actuar en bloque ante la Sala Capitular del Ayuntamiento de Santiago, para que hagan valer sus derechos en su área verde. La porción definida como área verde de cada urbanización, está debidamente individualizada desde el mismo momento que se constituye el centro comunitario. 
    
El área verde es propiedad de la comunidad que habita en la urbanización y no puede ser destinada a un fin extraño a los intereses colectivos de los dueños de las viviendas que tienen derechos adquiridos sobre la porción identificada como área verde. El asunto de las áreas verdes preocupa a los residentes en las distintas urbanizaciones de Santiago porque las mismas han sido objeto de apropiación ilegal o han sido destinadas para construcciones que en nada favorecen a los miembros del barrio.
    
La democracia representativa descansa, supuestamente, en la delegación que hace el pueblo, los electores, en los elegidos. Cada ciudadano y ciudadana tiene derecho a que los escogidos en los procesos electorales les rindan cuenta.  Por tanto, el o los regidores que fueron seleccionados por los votantes de la Urbanización Jardines del Oeste de Santiago, están en la obligación de salir en defensa de los electores que fueron a las urnas a depositar sus votos para ser representados en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Santiago. 
    
No resulta difícil comprobar si es justa o no la reclamación que actualmente hacen los integrantes de la Junta de Vecinos Jardines del Oeste en Santiago. Los derechos constituidos como áreas verdes figuran en una Constancia o Certificado de Título. En materia inmobiliaria, la prueba de los derechos sobre una porción de terreno se determina con suma facilidad y más en los casos de área verde, donde la parte reservada está individualizada desde el mismo momento que el Tribunal de Tierras acepta la subdivisión de la parcela o solares. (4)

SANTIAGO Y EL DESORDEN 

A quien le interese conocer el estado de descomposición, desorden, anarquía, desbarajuste, desorganización y trastorno en que estamos viviendo en la presente coyuntura, le basta con hacer una visita a la ciudad de Santiago de los Caballeros.
    
La que en una época fue considerada como una ciudad modelo, bien organizada, limpia, etc., es hoy una muestra de lo que está ocurriendo en todo el país.  Algunos, ejemplos sirven como punto de referencia y orientación.
    
Fue inaugurado el Teatro Nacional del Cibao, majestuosa y hermosa obra, digna de ser apreciada, cuidada y disfrutada por lo que se llama pueblo dominicano.
    
Muy cerca del teatro está el Monumento a los Héroes de la Restauración, levantado en la Era de Trujillo, y que hoy se presenta como si fuera el escudo de Santiago.
    
Pero, lamentablemente, al lado de esas dos obras -el Teatro y el Monumento- hay dos letrinas que son utilizadas para defecar en horas del día y de la noche y despiden un mal olor que hace imposible la permanencia en algunas de las áreas que circundan el Teatro y el Monumento.
    
Pero, como si para demostrar el desorden y la descomposición social imperante no bastaran las dos letrinas a que hemos hecho referencia, en las esquinas principales del Palacio de Justicia, en la calle 16 de Agosto con Mella hay un vertedero; y en la 16 de Agosto con San Luis, un pequeño mercado.
    
Pero si con lo anterior no se prueba lo que decimos, respecto a la anarquía existente en el país a la anarquía existente en la ciudad de Santiago; el que quiera más pruebas que se de una vueltecita por el centro de la ciudad, y se dará cuenta que en las calles y avenidas principales se han instalado centros de operaciones de carros taxis que contribuyen a anarquizar más y más el caótico tránsito de vehículos que estamos padeciendo los santiaguenses.
    
Con relación a las letrinas se puede argumentar que, como las necesidades fisiológicas son de acción rápida, que no se pueden aguantar, es posible evacuar en el primer lugar que usted se encuentre; y como el que se está recreando por el Monumento o admirando el Teatro, lo primero que tiene para utilizar como retrete son las letrinas que están al comienzo de la calle Restauración de Santiago, pues, ahí lo hace.
    
Los que lanzan basura en el basurero de la esquina 16 de agosto con Mella, pueden justificar su acción diciendo que a falta de la recogida por el Ayuntamiento, cualquier lugar es propicio para depositar desperdicios.
   
 El mercado en la 16 de agosto con San Luis, al igual que los taxistas, justificará su posición diciendo que tienen que buscársela, que son padres de familias; y como no hay un lugar específico para ofrecer sus productos o buscar pasajeros como clientes, en los lugares que están es donde tienen que funcionar para ganarse el sustento.
    
Hemos citado los casos anteriores simplemente como ejemplo de lo que es una sociedad en estado de desorden. Los que se evacuan en las dos letrinas cercanas al nuevo Teatro y al Monumento; los que tienen el mercado y hacen uso del vertedero en las esquinas del Palacio de Justicia; como los taxistas, no son los únicos. (5)

A SANTIAGO NO LO QUIEREN

Son evidentes los cambios que se presentan en la sociedad humana desde el momento que las clases y capas sociales hacen suyos conceptos y criterios diferentes a los que, en otras épocas, guiaron la dirección de las instituciones y organismos del Estado. Algo semejante ha ocurrido en nuestro país y, en particular, en la ciudad de Santiago de los Caballeros. El comportamiento de las autoridades edilicias del Santiago de hoy difiere, totalmente, del que manifestaron las de ayer en lo que se refiere al cuido, al aseo y al orden de la ciudad.  Para los diferentes departamentos del Ayuntamiento del Municipio del Santiago de ayer, atender, velar y esmerarse por el buen orden de la ciudad, era algo que formaba parte del interés principal de sus autoridades para que Santiago fuera un medio social habitable, acogedor, con condiciones sanas, propicias para vivir seres humanos. 
    
Los jóvenes técnicos que laboraban, por ejemplo, en el Departamento de Planeamiento Urbano del Ayuntamiento de Santiago en el año 1962, tenían un conocimiento claro y profundo de lo que convenía a los habitantes de Santiago; cómo se debía diseñar y distribuir la ciudad para que fuera acogedora en ese momento y para el futuro. En esa pasada coyuntura de la vida municipal de Santiago, el Síndico, Licenciado Jorgito Gobaira, se encontró con verdaderos técnicos, urbanistas, enamorados de su profesión, que querían a Santiago como dominicanos y dominicanas; su identificación como santiagueros y santiagueras se comprobaba a simple vista; las flores en parques y avenidas decoraban la ciudad y el aseo era permanente.  En la conciencia de los que estaban al frente del Ayuntamiento de Santiago estaba fija la idea de la decoración, el embellecimiento adecuado, la limpieza con sencillez y buen gusto.
    
El Santiago de ayer quedó atrás. Nuestra ciudad está hoy abandonada, desamparada, desatendida, desaliñada, desaseada, sucia; dominada por la basura, la porquería, la inmundicia, la ascosidad, el mal olor y la contaminación. 
    
Santiago ahora está mugriento, roñoso, nauseabundo, poluto y mugroso. Nuestro medio social no se ajusta para ser habitado por seres humanos limpios y decentes.  Santiago resulta propicio para personas que no tienen como norma de vida la disciplina y el buen vivir.  La limpieza ha dejado de ser, al parecer, una obligación municipal para convertirse en algo ausente en los barrios, las urbanizaciones, calles y avenidas de Santiago.
    
Los hombres y mujeres de Santiago merecen vivir en una ciudad dominada por la limpieza, por el buen orden municipal y la seguridad ciudadana. Pero hoy en Santiago padecemos suciedad, desorden e inseguridad de personas y bienes. 
    
Al lado de la falta de garantía de vida material y espiritual, por el peligro, el riesgo generado por la delincuencia común y los sicarios al servicio del narcotráfico; los que vivimos en Santiago nos estamos moviendo como si fuéramos cerdos, conviviendo con la basura, con una criminal humareda, con un tránsito caótico y con cuantas cosas calamitosas pueden lesionar la salud.
    
Todo aquel que habita en Santiago está expuesto a vivir afectado de una tos permanente, una constante erupción y el castigo de fatídicos sarpullidos.  Por su falta de aseo; Santiago es un centro de enfermedades contagiosas, infecciosas, un ambiente en directa comunicación con todo aquello que contribuye a desarrollar la contaminación en altos grados de polución y humareda acompañada de hediondez, lo que hace la vida insoportable. Es muy difícil permanecer todo el tiempo compartiendo con lo hediendo, lo pestilente, lo apestoso, lo carroñoso y fétido.
    
Estamos conscientes de que el actual síndico de Santiago no es el responsable de todos los males que padece nuestra comunidad. Las lacras que lesionan a Santiago fueron heredadas y han sido continuadas por la actual gestión municipal.  Pero es la vigente administración la que debe darle respuesta al pueblo de los males que corroen a toda la sociedad de Santiago.
    
Santiago ha crecido en número de habitantes, barrios y urbanizaciones; como también los recursos económicos que recibe el ayuntamiento han aumentado en forma significativa. Lamentablemente la mayor parte de los dineros que pagan los santiagueros y santiagueras no son utilizados para darle respuesta a los problemas de la comunidad, sino para pagar el clientelismo político, con el agravante de que Santiago está arropado por la suciedad, guiado por el desorden y no cuenta con autoridades municipales que lo quieran.
    
Santiago está abandonado y es la razón por la cual está sucio, hediondo, desorganizado e inseguro. Pero esto no puede seguir así; esto tiene que cambiar.  La cochinada hay que derrotarla; y a la sindicatura de Santiago le corresponde desempeñar las funciones para las cuales fue seleccionada por los electores y electoras. Lo que se está viendo es que a Santiago no lo quieren sus autoridades municipales ni el gobierno central, y muchos de sus habitantes se comportan indiferentes ante la suciedad, el desorden y la inseguridad en todos los órdenes. (6)

INDIFERENCIA Y SANTIAGO SUCIO

Ante los fenómenos sociales, los seres humanos pueden reaccionar aceptándolos o rechazándolos, partiendo de la concepción ideológica que domine su conciencia. También pueden adoptar un comportamiento de indiferencia aceptando los hechos sin buscar sus causas generadoras ni tomar en consideración métodos para su solución. El despreocupado, aquel que está dominado por la idea de que hay que aceptarlo todo sin discutir, hace de la despreocupación una línea de actitud ante la vida y la base de sustentación de su forma de actuar es la indolencia, la apatía, el escepticismo y la frialdad. 
    
En nuestro país abundan indiferentes de todos matices y calibres.  Los hay por formación familiar, por convencimiento filosófico y, también, por conveniencia. En el indiferente por conveniencia está siempre presente el oportunismo que se alimenta del sentido de la oportunidad, de la coyuntura favorable, de las circunstancias, de la posibilidad circunstancial pancista que termina en una conducta egoísta y para quien, más allá de sus intereses, no hay más nada que buscar; por su tranquilidad espiritual y el desarrollo de su patrimonio económico, no choca ni con la brisa y muchos menos con las autoridades y el orden establecido.
    
De los criterios antes expuestos se puede sacar la actitud que han asumido, en los últimos tiempos, algunos hombres y mujeres; así como organizaciones cívicas, gremiales, empresariales y de otra índole, de la ciudad de Santiago de los Caballeros. 
    
Para nadie es un secreto que, hace unos treinta años, Santiago era una ciudad en la cual se vivía con garantía y agrado porque el ambiente que se respiraba generaba satisfacción espiritual; aunque no material para amplios sectores con condiciones económicas limitadas, propias de países con estructuras atrasadas como las que predominan aquí. Pero, en sentido general, los habitantes de Santiago se sentían que formaban parte de una comunidad humana que se movía garantizada en vida, bienes y salud. Pero hoy todo ha cambiado fruto de un proceso de deterioro que lentamente ha ido minando los cimientos de la ciudad de Santiago.
    
Lo que ayer los santiagueros y santiagueras podían exhibir con orgullo, hoy constituye una afrenta, un agravio, una deshonra, un deshonor, un bochorno. Cuando se hablaba de Santiago se estaba haciendo referencia a una ciudad hermosa, limpia; sus parques con bellas flores bien cuidadas, con sus elegantes bancos, debidamente iluminados y con la protección y cuidado de sus guardianes municipales.  Sus calles y avenidas bien aseadas, el tránsito de vehículos debidamente ordenado; en fin, Santiago, con sus altas y sus bajas, era una ciudad acogedora, sana, con autoridades municipales que se ocupaban de las funciones puestas a su cargo. Pero lo que en un pasado reciente fue motivo de alegría por la satisfacción de formar parte de un conglomerado social que se movía en un ambiente acogedor, en el presente se ha convertido en algo desafortunado y frustrante. Santiago no es hoy ni la sombra de lo que fue ayer. Los santiagueros y santiagueras, con sentido de decencia y conciencia cívica, se sienten ahora como si su ciudad formara parte de una pocilga.
    
Lo peor de todo es que Santiago se hunde en la suciedad, en el desorden y la inseguridad ante la mirada indiferente de la generalidad de sus habitantes. Solamente hay que tener ojos para ver lo que es el Santiago de hoy, con un vertedero en pleno centro de la ciudad. Para ser testigo del Santiago sucio, desordenado, maloliente y apestoso; solamente hay que visitar el parque Duarte, o darse una vuelta por el Mercado Modelo y si lo que quiere es sentirse un marrano muévase hacia el Mercado Yaque. 
    
Pero si no está conforme con lo visto en el centro de la ciudad de Santiago, se puede dar una vuelta por el Monumento a la Restauración, para que sepa lo que es sufrir los efectos del mal olor de una letrina que despide fetidez, hediondez y pestilencia las veinticuatro horas del día. El lugar ideal para orinar y defecar es la avenida principal que circunda por el frente el monumento, símbolo de la entrada a Santiago.  
    
Resulta penoso y chocante que, la ciudad de Santiago que cuenta en su seno con hombres y mujeres cultos, decentes, disciplinados y con un alto sentido cívico, muchos se comporten indiferentes ante el deterioro social, organizativo y ambiental que cada día se siente con más profundidad. Una comunidad humana se eleva cuando sus integrantes saben valorar, apreciar y estimar lo que significa convivir en un medio social seguro, limpio, ordenado y con autoridades y grupos cívicos con sentido de limpieza y disciplina. (7)       

SANTIAGO: POBREZA Y SUCIEDAD

La pobreza no siempre ha existido; es un fenómeno propio de los sistemas sociales fundamentados en la explotación de las grandes mayorías nacionales, por una minoría insignificante que se apodera del fruto de la fuerza de trabajo de los que en cada país son los más. 
    
Para que desaparezca la pobreza tiene que ser eliminado el ordenamiento social que le sirve de sustentación. Alrededor de la pobreza giran otros fenómenos inherentes a ella que se expresan de diferentes formas dependiendo del grado de profundidad de la depauperación de las masas populares. Pero la pobreza no entraña necesariamente la sucieza, el desorden y el abandono. Se puede vivir en condiciones materiales de pobreza sin acumular la suciedad.
    
He querido traer a colación el fenómeno de la pobreza, para hacer referencia al estado de suciedad en que se encuentra ahora la ciudad de Santiago de los Caballeros.  
    
El hecho de que nuestro país se encuentre hoy bajo un estado de crisis económica profunda por el saqueo a que ha sido sometido por las distintas administraciones; semejante situación no quiere decir que tenemos que vivir bajo un estado permanente de suciedad, desorden y abandono. La ciudad de Santiago de los Caballeros genera, con el trabajo de sus hombres y mujeres, amplios recursos económicos que se traducen en aportes para el presupuesto nacional y, por vía de consecuencia, de la contribución que suministra la Liga Municipal al Ayuntamiento de Santiago.
    
Los santiagueros y santiagueras, no castrados mentalmente, están conscientes de que, por muy limitado que sea el presupuesto del Ayuntamiento de Santiago, hay fondos suficientes para que se le dé respuesta positiva a la limpieza de la ciudad, a la recogida de la basura, al cuido de los parques, a la solución del problema que representa la ocupación del centro de la ciudad por expendio de toda naturaleza.
    
La realidad es que, una de dos: o el ayuntamiento no recibe los recursos económicos para responder de las necesidades municipales urgentes; o los dineros que aporta el pueblo para el Ayuntamiento de Santiago no son utilizados en forma racional en interés de la comunidad de Santiago. 
    
En todo caso, corresponde a las autoridades edilicias decir con toda claridad si resultan insuficientes los aportes que hace el gobierno central del presupuesto nacional para el Ayuntamiento de Santiago; o explicar en qué se están aplicando los dineros de la corporación edilicia de Santiago.
    
Por muy pobre que sea el Ayuntamiento de Santiago, no justifica el estado de suciedad, desorden y abandono que hoy exhibe la ciudad de Santiago. Por feliz casualidad no hay que hacer mucho esfuerzo para comprobar el estado en que se encuentra lo que una vez se vendió, a nivel de turismo, como la ciudad más bella de América Latina y el Caribe. 
    
Toda persona que en Santiago visita el Centro León, el recinto de la Universidad Católica Madre y Maestra o el complejo del Centro Español, y luego se mueve por la parte céntrica de al ciudad, se dará cuenta que está en una ciudad con dos condiciones diferentes de cuido. 
    
Los citados centros de cultura, educación universitaria y de diversión, marcan la diferencia entre lo que es la limpieza y la suciedad, el orden y el desorden, el cuido y el abandono. Limpiar la ciudad de Santiago es compromiso de las autoridades municipales; exigir su aseo es un deber de todos los que vivimos en Santiago. El estado de pobreza en que vive la mayoría de los santiagueros y santiagueras, no quiere decir que tienen que aceptar convivir con la suciedad. (8).

CONTINUARA

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