lunes, 9 de diciembre de 2013

Resurrección del comercio

Sin ningún género de dudas, la actividad comercial se incrementó durante el fin de semana, atribuyéndose al cobro temprano de la regalía pascual de parte de los empleados públicos, este relanzamiento de las ventas en la mayor parte de las ciudades y pueblos del país, y, de manera principal, en Santo Domingo y en Santiago de los Caballeros.
    
Muchos expertos, sobre todo aquellos cuyas voces respaldan el aumento de la presión tributaria, parecen ignorar que tal cual está planteado el nivel de gravámenes en la actualidad, constituye un lastre para la economía popular, sobre todo para el enorme segmento de población que percibe salario mínimo o ingresos salariales por debajo del mismo y para quienes carecen de alguna forma regular de renta, sea en virtud de labores como dependiente, de la realización de oficios independientes y muchas veces mal pagados y para quienes perciben rentas fijas pero no incrementables, como pensiones o ingresos por alquileres.
    
Aunque parezca mentira, estos sectores poblacionales se han empobrecido por culpa de los impuestos, pues, sobre todo gravámenes directos como los aplicados al consumo, deterioran el nivel adquisitivo del peso e inclinan a quienes carecen de fortuna a padecer esa típica forma de pobreza que es propia de las sociedades en las cuales Estados de gran apetencia fiscal, no cesan de procurar ingresos de múltiples formas, aunque preferiblemente como gravámenes aplicables sobre todos aquellos seres humanos que aparenten estar generando algún ingreso.
   
Uno de los mecanismos de la pobreza para satisfacer obligaciones como las deudas acumuladas en años de agonías o la procuración de un bien que implique mejor calidad de vida, es, precísamente, el cobro del sueldo adicional del año, el aguinaldo navideño que, sobre todo entre los empleados públicos de menor jerarquía, viene a convertirse en esa tabla de salvación para cubrir obligaciones ante acreedores diversos o para adquirir el bien cuya posesión es imposible lograr por medio de un ahorro que nunca puede emprenderse.
    
Lástima, eso tiene de malo este aguinaldo que se disfruta al acercarse las fiestas navideñas, es que deja su secuela en muchos de los beneficiarios de estos momentos, pues salvo que la prudencia y hasta el sacrificio, hayan influido de alguna manera en el ánimo del receptor del sobresueldo navideño, cuanto se abre ante el animoso receptor de estos ingresos, es un cúmulo de más cobranzas que aparecen en días por venir, pues basta el paso del mes de diciembre, para que los acreedores se encuentren a las puertas de la vivienda, en busca de abonos a las acreencias que se han concertado como fruto de la alegría del doble.
    
Entre tanto, el sector comercial ha reanimado el rostro y cuanto cabe es que el aumento del circulante propulse un crecimiento que ojalá no llame a las autoridades fiscales a troncharlo, con cobros de anticipos por una riqueza que no se ha quedado en manos de nadie, pues el animoso jolgorio de estos días tiene un sentido pasajero, puesto que en verdad, el sobresueldo no devino de más creación de bienes y servicios, sino del resultado de una obligación legal para la cual los gobiernos central y locales hicieron apropiaciones que, sobre todo en los gobiernos locales, no hacen sino generar compromisos colectivos para los recipientarios del aguinaldo.
   
 Malo es lo malo aunque no sea mucho y esta relativa animación del sector comercial, que no resulta de la creación de nuevas riquezas en el país, es un caso que explica cabalmente la expresión que se escribe.   

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