Creo que es sabido por todos que sin educación no hay futuro, ni desarrollo ni país.
Pero a pesar de que en esta materia parece que existe consenso no encontramos la manera de darle forma a un proyecto que vincule al sector público y privado en una cruzada nacional encaminada a darle un vuelco a la pobre calidad de la educación pública.
Esa alianza público-privada, que ya se ha producido en algunos países de América Latina, ha logrado colocar allí a la educación en el primer puesto entre las prioridades nacionales, convirtiéndose en un deber colectivo que ha comprometido a todos los actores sociales de aquellas naciones donde ya se cosechan los frutos de esa siembra de conocimientos.
En la República Dominicana, la educación continúa siendo la eterna asignatura pendiente, y a pesar de las frecuentes declaraciones optimistas del sector oficial anunciando positivos logros en esta materia, los resultados obtenidos por nuestros estudiantes dicen otra cosa. El país continúa ocupando los últimos lugares en todas las mediciones que realizan reputadas organizaciones internacionales periódicamente, por debajo de países más pobres que nosotros.
La calidad de la educación pública se evidencia como muy mala, y el rendimiento de nuestros estudiantes en matemáticas y lecto-escritura es pésimo.
Parece que nuestro modelo educativo es anticuado, que es difícil avanzar porque los profesores están anclados en el pasado y porque es indispensable realizar una importante inversión en actualización y capacitación de maestros.
Para enseñar es necesario tener conocimientos y saber transmitirlos de manera amena e interesante. Tengo entendido que los profesores de las escuelas públicas no son evaluados; sin esa herramienta es imposible saber si contamos con los maestros adecuados, además de que no se puede establecer un sistema justo para otorgar promociones, aumentos de sueldos, incentivos, etc.
No creo necesario argumentar a favor de los positivos impactos que tiene una educación de calidad. Educar es dar oportunidades. Una mejor educación disminuye los niveles de pobreza y aumenta las capacidades productivas, dando lugar a sociedades con menores niveles de marginalidad y delincuencia.
El retorno de la inversión en educación es positivo desde todo punto de vista. Si tomamos como ejemplo tres países de la región que han apostado por la educación, Costa Rica, Uruguay y Chile, podemos comprobar que en ellos la tasa de desempleo es menor, los índices de criminalidad y corrupción son bajos, y los niveles de transparencia y rendición de cuentas son altos. En los tres países, lo dedicado a educación como porcentaje del PIB es mucho más alto que en la República Dominicana.
Nosotros hemos estado invirtiendo en este renglón durante los últimos años alrededor de 2% del producto interno bruto, y para justificar esas cifras se alega que el problema que tenemos no se resuelve solo con dinero. Eso es cierto, pero sin dinero no se resolverá nunca.
El nuevo Presidente parece verdaderamente interesado en dar cumplimiento a lo dispuesto por la Ley en cuanto a los recursos que deben dedicarse a la educación, así como en impulsar una verdadera reforma del sistema educativo que actualmente padecemos.
Ahora bien, sabemos que los resultados de la inversión en educación no se ven en el corto plazo, y que los políticos tradicionales son más dados a pensar en los resultados de las próximas elecciones, aunque los hombres de Estado se enfoquen más en la próxima generación.
Esperamos que Danilo Medina cumpla con la palabra empeñada en este asunto y actúe como un estadista, para bien del país y de las futuras generaciones, que tendrán en sus manos la responsabilidad de dirigirlo.
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