La lucha por el poder en nuestro país ha estado caracterizada por la competencia entre los que sirven de estabilizadores del dominio establecido y los que asumen como pretexto la expectativa del cambio. Los primeros han sido los portadores del autoritarismo conservador y los segundos han vendido la idea de la democracia liberal como opción del cambio.
Con la decisión de Miguel Vargas de autoproclamarse candidato del PRD-Minoritario y el paso dado por Leonel Fernández, quien prácticamente anuncia su decisión de lanzarse como precandidato por el PLD, el panorama electoral comienza a definirse del lado de la opción conservadora. Sólo falta que el PRD- Mayoritario decida su convención o el método de escogencia de su candidato entre Luis Abinader o Hipólito Mejía. De ser este último prácticamente el escenario electoral presentaría un horizonte conservador, siendo una repetición del pasado. En esa lucha luce que Miguel parece que cumplirá la misión de garantizar el triunfo de Leonel Fernández, mientras que Mejía, de seguro, cosechará una segura derrota tal como lo vaticinan las recientes encuestas publicadas.
En ese escenario, el panorama electoral frustra la aspiración del cambio que animaría a una buena parte de los sectores de clase media en alianza con amplios sectores populares. La opción del cambio se quedaría sin un genuino representante que inspire a esas mayorías abanderadas con el cambio. Hasta ahora, las encuestas señalan a Luis Abinader, quien unido a otra figura refrescante todavía indeterminada, pudieran ser los que encarnen la fórmula del cambio. Esa expectativa del cambio no es sólo una fórmula de candidatos, sino que debe estar contenida en una propuesta que responda a los problemas nacionales que agobian a la población, tal como la describe en su último discurso de graduación de la PUCMM, recinto Santo Domingo, Mons. Agripino Núñez Collado, quien proclamó que “la sociedad necesita liberarse de la inseguridad ciudadana, de la inequidad social y de la impunidad”. Exhortó Monseñor “que estamos compelidos a crear una sociedad transparente en la que quienes se dediquen al servicio público, vayan a servir y no a servirse”.
Esos términos que definen el estado de angustia colectiva, alimentan la necesidad de que en el país se produzca un cambio, que sea garantizado por una nueva opción político-electoral que encarne esa aspiración de cambios represada en la gran población. Y esa nueva opción sería la que le daría al panorama electoral unas perspectivas diferentes, en donde las opciones del pasado se enfrentarían a la opción del cambio que asegure un futuro más promisorio, tanto desde el punto de vista socioeconómico como moral e institucional, que son los grandes déficits del presente dominicano.
¡El futuro dominicano exige ese cambio de rumbo!
martes, 16 de septiembre de 2014
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