Los Estados Unidos y la Unión Europea, sienten la presión alimentada por los yihadistas del Estado Islámico, un grupo de fanáticos que con más vesania que su antecesor Al Qaeda, pelean en territorios propios de Irak y de Siria, dejando ríos de sangre y de lágrimas no solamente entre los cristianos, sino entre los mismos musulmanes que no sean integristas o de las corrientes propias de quienes encabezan esa fuerza del mal.
Este diario no se cansará de recordar una expresión que no le es propia, aunque le ha servido de muletilla para externar su contrariedad ante ciertas políticas de grandes potencias que, como la norteamericana, creen que la democracia es un traje vendido en sus grandes tiendas y por consiguiente debe servir a todos por igual, con solamente acotejarle un poco en las mangas o en el cuello, pasando por alto que las tradiciones de los pueblos son base fundamental para la correlación de fuerzas sociales y políticas.
Tras abandonar Irak desde el punto de vista formal, la política exterior de Washington retornó a la propuesta de vender su traje de la democracia, en naciones multiétnicas como las propias del Norte de África y del Asia Menor, levantando unos aleves vientos que ahora se vuelven tormentosos, tanto, que deben contemplarse actos criminales horripilantes a los ojos de la humanidad de estos días.
Pero no deben buscarse otros culpables que esos, que por desconocer la historia humana y el desenvolvimiento social de los pueblos, pretendieron ajustar el traje democrático confeccionado en Washington y que no les sirve ni les servirá a todo el mundo, como se comprueba por el desorden prevaleciente en Libia, el retorno de Egipto a la militarocracia, y el desgarrador luto sentido por los pueblos de Siria y de Irak.
lunes, 8 de septiembre de 2014
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