lunes, 19 de agosto de 2013
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Su Excelencia Reverendísima, Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago, presidió el oficio de Acción de Gracias a Dios en el sesquicentenario del pronunciamiento de la guerra contra España en 1863 y puso ante el Presidente de la República , Lic. Danilo Medina, que encabezó la representación del Gobierno Dominicano en los actos conmemorativos, organizados en Santiago de los Caballeros, la idea de lanzar una campaña de rescate de la inclinación hacia el trabajo, por parte de los dominicanos.
Cualquiera que hubiera escuchado el pronunciamiento del Arzobispo en la Catedral consagrada a Santiago Apóstol, habríase dicho que el prelado proclamaba una redundancia, pues el dominicano es amante del trabajo; mientras que quien entra a un cafetal y ve que la totalidad de los recogedores de la frutilla son haitianos, pensará que la afirmación del Arzobispo contiene una reprimenda a las autoridades, aunque también a la totalidad de los dominicanos.
Porque no se trata únicamente de la recogida del café, pues en las plantaciones de guineos, un setenta por ciento de los labradores, son de aquella nacionalidad; y un cien por ciento de los albañiles en muchas construcciones, sobre todo en los trabajos más exigentes, también lo son; y son haitianos la casi totalidad de los recogedores de frutas como las cerezas o las naranjas y similares; y de tal nacionalidad, en un ciento por ciento, son los picapedreros que abren zanjas para tirar tuberías de acueductos o de drenaje pluvial y sanitario.
No es vana ni ociosa la llamada del Arzobispo De la Rosa y Carpio, sino que es una exhortación que además tiene un elevado contenido de nacionalismo, ahora que las autoridades dominicanas han doblegado la majestad de la soberanía nacional ante los aspavientos de grupos haitianos, del gobierno de ese vecino país y de fuera del gobierno.
Lanzarse a pronunciar el amor al trabajo, por consiguiente, es fundamental en la República Dominicana de estos tiempos, cuando por viciosas condescendencias, por el triunfo de liviandades inexplicables, por afición al hedonismo y la vida fácil en cualquier manifestación y hasta debido a flojera, se contempla cada vez más que los haitianos sustituyen a los dominicanos en labores que hasta hace algunos años, fueron tareas propias de los dominicanos.
Y lo que es mucho peor, lo cual obliga a considerar doblemente la propuesta del Arzobispo, el gobierno de la nación vecina, muchas de sus asociaciones civiles y grupos que se le han asociado en países de grandes economías, no muestran ningún agradecimiento a la República Dominicana , sino, que muy por el contrario, de vez en cuando se escuchan voces de esos grupo, supuestos defensores de derechos torcidos, que señalan que los dominicanos actúan como esclavistas por haber cedido sus espacios de trabajo a los vecinos de la isla.
Nunca más que ahora un llamado como el que hiciera el Arzobispo De la Rosa y Carpio en las celebraciones aniversarias de la Restauración , tienen más sentido y cobran más vigor patrio, pues ahora más que nunca es preciso que se hagan efectivas campañas de llamado a los dominicanos, para que se inclinen a llenar los puestos laborales grandes y pequeños, sudorosos o de escasas exigencias de tiempo y esfuerzos, pues ahora más que nunca el dominicano debe contribuir al engrandecimiento de su país.
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