
Hasta unos años atrás, una fecha como ésta era objeto de especial consideración a un lado y otro del océano Atlántico, pues se juzgaba un acontecimiento trascendental para la humanidad; pero desde unos años cercanos al recuerdo del quinto centenario de aquél doce de octubre, también a ambos lados del Atlántico se sacó a relucir la historia negra del acontecimiento, dando lugar a la nueva visión de unos sucesos que contribuyeron a redondear el concepto de la Tierra.
Ningún descubrimiento y conquista tuvo lugar antes, en los cuales los viajeros de más avanzadas culturas o de más poderío bélico, no se enfrentasen a los nativos de un dominio territorial que se penetraba; y una prueba al canto lo constituye la penetración de los romanos por las tierras europeas al Norte de Italia, sede del imperio romano. Julio César, que narra las prolongadas luchas, no por ello dejó de ser el gran guerrero ni el idolatrado conquistador.
A España en cambio, le ocurrió que sus mismos hijos la vituperaron, avergonzándola por una situación que más o menos explicable, no pudo cumplirse sino con los rigores y tormentosos eventos cumplidos, sobre todo, en las Antillas Mayores, aunque también en todo el resto del Nuevo Mundo.
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