Esa estructura presupuestal que encierra serias consecuencias y limitaciones para el país, está provocando graves reacciones de los diversos sectores sociales e institucionales, los cuales se ven afectados por las restricciones o reducciones en sus partidas presupuestales. Ese es el caso del aparato judicial tanto a nivel de la Justicia, como del Ministerio Público, que reclaman una mayor asignación de recursos. Así lo dejó ver el Presidente de la SCJ y los fiscales del Ministerio Público, quienes se preparan para iniciar una campaña de protestas por el aumento salarial, aunque el Procurador de la República ha anunciado un aumento de un 25% en los salarios de esos funcionarios públicos. De igual manera el movimiento por el aumento salarial de los empleados públicos sigue en crecimiento, presionando por más recursos presupuestales. También se escuchan lamentaciones y reclamos de los profesionales de Salud Pública, de la UASD, de las ONGs y de otros tantos sectores que reclaman una mayor participación en el reparto de recursos fiscales. Frente a esos reclamos es poco lo que podrá hacer el Poder Ejecutivo y el Congreso, a consecuencia de las graves limitaciones.
Ante ese panorama, el gobierno y el país deben plantearse con seriedad y profesionalidad la necesidad de una revisión de la estructura presupuestal, la cual ha servido de soporte a unmodelo de gestión pública basada en la dilapidación de los recursos públicos, que ha obedecido a la corrupción y al clientelismo de los propios políticos, que desde el Ejecutivo y del Congreso, han transformado la ecuación presupuestaria poniendo el énfasis en los gastos corrientes de nómina, para financiar el activismo clientelista. Eso tiene que revertirse para que haya una ejecución presupuestaria de mayor calidad y eficiencia que responda a los diversos sectores sociales e institucionales y a las necesidades del desarrollo de la Nación.
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