sábado, 20 de septiembre de 2014

Nivelando el desnivel

En su aspecto básico, el reclamo publicitario de Brugal y Compañía que presenta las figuras de Fernando Ortega Brugal y de su hijo Gustavo Ortega Zeller, no dice a los lectores de diarios en los cuales se ha divulgado, nada extraordinario; y sin embargo de lo dicho, su contenido evoca una tácita proclamación de valores familiares en unos tiempos en los cuales la sociedad dominicana parece llamada a una paulatina disolución de su estructura celular básica y a la denegación de la continuidad generacional.
    
Una copa se antepone a los dos hombres. El mozo contempla el ambarino néctar que partió desde una etapa final del güarapo de la caña y en la cual percibe bouquets y sabores que claman por ser conocidos por un olfato adiestrado para ello a lo largo de generaciones anteriores, la cuarta representada en las canas sugeridas en una testa que ronda el otoño y la quinta en él mismo, el joven Gustavo que se sabe heredero de unas destrezas de catadores destinados prolongar un principio de calidad en el producto para el cual afinaron sus sentidos del olfato y del gusto.

Uno de los aspectos de más cálido sentido es el recuerdo de que la educación de la prole es responsabilidad primigenia de los padres y que en ancestrales épocas, era la experiencia de los progenitores lo que conducía a los hijos hacia nuevos paradigmas, resultando de ello que el ser humano primitivo fuese escalando peldaños, hasta volverse persona humana, en el camino de retorno a su Creador.
    
Este anuncio de Brugal, sostiene este diario, no dice mucho. Aunque, bien mirado, lo dice todo.
 

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