El asesinato por degollamiento del periodista norteamericano James Foley, en algún lugar de Siria, a manos de fanáticos islamitas, no hace sino echar más leña a un fuego encendido desde el derrumbe de las torres gemelas del Comercio Mundial en Nueva York, en septiembre del año 2001, también por parte de fanáticos musulmanes y que alcanzó su momento culminante con la guerra contra el régimen de Saddam Hussein, conflagración armada por el presidente George W. Busch para eliminar un arsenal de armas químicas y otros armamentos que nunca aparecieron.
Foley fue raptado dos años atrás por milicias yihadistas de las que combatían en Irak y en Siria y visto que Foley no constituía un peligro militar para los fanáticos islámicos, lo prudente y humano habría sido ponerlo en libertad. Pero, lejos de ello, quienes lo capturaron y mantenían secuestrado han preferido mostrar las señales de crueldad que los distinguen y que impiden que esos grupos ganen la buena voluntad de los pueblos de Occidente.
Este asesinato, revelado por los captores de Foley a través de páginas electrónicas, no hace sino aumentar la desaprobación que se tiene hacia el fanatismo religioso islámico, en prácticamente todas las naciones occidentales.
sábado, 23 de agosto de 2014
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