martes, 30 de julio de 2013
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Hace unas tres semanas, escribí sobre un artículo titulado “Una profesión difícil”, en el mismo establecía entre otras cosas, lo siguiente: ”En esta profesión, de más sinsabores que bienestar, en la forma que hoy se ejerce, puedes encontrarte que tu principal contrario sea tu propio cliente. El primero que comienza a denostarte y tirarte lodo o quien muchas veces termina por regatearte el dinero y hasta no pagarte. Sin tomar en cuenta, que tienes del otro lado al abogado contrario, que si no tiene nobleza ni decencia es el que más intenta acabar con tu trabajo; y no precisamente por la vía de los argumentos, sino de las ofensas”.
Continúo citando: “El o la que ejerce la abogacía, debe tener mucha cuenta en todo cuanto hace y vivir cuidando su caminar y trayectoria, porque siempre aparecen “nubarrones” que, disfrazando la envidia, egoísmo, maldad, odio, hipocresía y cuanto sentimiento puede abrigar un corazón atrapado por los mismos; buscará cualquier momento y aprovechará cualquier situación para echar fango sobre tu carrera. Cuesta mucho, y se paga un precio alto, el mantener en esta sociedad que padecemos, y más en este ejercicio del derecho, hacer la cosas de forma correcta y sin “torcerse” ante ningún “buen ofrecimiento”, “favor” o hasta buscando dar una ayuda desinteresada, puedes que encuentres ese “gavilán con sonrisa” que quiera intentar equiparar sus desafueros con tu manera de ejercer y hasta, peor aún, tratar de simularlos con tu recto proceder”.
Quiero agradecer los distintos colegas que me hicieron referencia del mismo y que compartimos ideas al respecto de las cosas que establecí. Esto me motivo a indicar otras cosas que tenemos en el camino en esta profesión.
Lo más difícil, es recomendar, ante una imposibilidad de personalmente llevar un expediente, a otro u otra abogada, porque si bien cuando remites a algún cliente ante otro colega, lo haces con la mayor buena fe, sin embargo, pueden surgir varias cosas: que aquel que recomendaste se quiera pasar de vivo o viva y engañar a ese cliente o por el mal trabajo que realizó el recomendado, terminas viéndote obligado a terminar el asunto por la responsabilidad. Por estas y muchas razones es y se hace difícil las recomendaciones entre abogados y abogadas. Muchas veces no se cultiva la solidaridad ni el respeto entre ciertos colegas de esta profesión, porque tan sólo ven el signo de dinero e intereses en todo, aunque tenga que sacrificar amistad, respeto por el colega y consideración.
Se tiene que ser muy honesto y responsable, para admitir ante un tercero, que otro u otra colega es correcto y está o ha hecho un buen trabajo en un determinado expediente y no se quiera utilizar, para denigrar a un o una colega.
Otras de las cosas que he repetido hasta la saciedad, es la dificultad que tiene el abogado como profesional para cobrar sus honorarios ante un trabajo, y es que personalmente debe pelear su esfuerzo. El dinero muchas veces más difícil de ganar, es el de los abogados y abogadas honradas y honestas, es el que más se regatea. El profesional del derecho, no utiliza un intermediario, como una secretaria o asistente para decirle a su promocionado, cuál es la suma de su pago, debe hacerlo directamente. Y es desde ahí que inician las penurias, porque muchas veces el cliente con el problema ya resuelto o con la solución a la vuelta de la esquina, lo que antes era una desgracia y una gran preocupación, todo se olvida al momento de pagar a su abogado y abogada.
La otra contra de esta profesión, es esa parte de hombres y mujeres, que ha decidido asumir esta carrera, pero en su ejercicio son capaces de todo, con tal de acumular la riqueza y no están dispuesto a perder mucho tiempo en ello. Son esos “abogados que resuelven”, por cualquier método, que viven haciendo diabluras por la desesperación económica. Esos y los que no les preocupa su preparación y su dignidad, son lo que han ido prostituyendo y desacreditando este ejercicio, que cada día es más para el tigueraje.
Una de las dificultades que más observamos, es como me ocurrió hace poco que fui preguntado por un expediente a una secretaria y esta al ver mi insistencia me reclamó que por qué tanto apuro por ese caso, que ella tenía muchos otros y que por lo tanto no debía “embromar” tanto. ¿Cómo le explicas a un cliente muchas veces que existen personas que están en sus cargos públicos pero que no tienen la mínima idea de lo que es la consideración hacia el otro o lo que es la palabra “servicio al cliente’? Le puede saber a cicuta.
Hay veces que quienes así te atienden o reciben, en ciertos cargos públicos, son abogados y abogadas, y algún día, quizás, volverán al ejercicio y desearían encontrarse con una persona que los atienda como la gente y no asuman la posición de quien espera una buena cara. Y hasta puedan comprenderte muchas de tus exigencias y hasta requerimientos el por qué “embromas” tanto, quizás puedan entender lo que es la palabra responsabilidad ante un caso, trabajo o expediente. Hay quienes necesitan posar por las experiencias ajenas para comprender la de los demás.
El profesional del derecho que tiene como norte llevar su trabajo de forma honesta, pulcra, honrada y ética, no solamente legal, tendrá que saber que la manera en cómo está diseñada la sociedad de hoy, es para verlo como un necio, jodón, “roca izquierda”, y “que no se adapta”; buscando que caigan en las redes de la desesperación y tenga, no solamente que colgar diariamente una toga en su closet, sino también su seriedad y dignidad y que se una al misma saco de la rastrería y vagabundería.
Para mantener esos buenos elementos de formación, debe vivir cuidando su trayectoria y su trabajo con cada paso. Nada que sea contrario a lo valores éticos, vale en la vida, que sea capaz de hacerte perder la paz y tu tranquilidad, por una actuación incorrecta. No es fácil, en un medio como el nuestro llevar esta carrera de derecho, pero si bien vale la pena mantenerse dentro de aquellos y aquellas que no se corrompen ni venden su alma al mejor postor.
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