Tanto en el país, como en el extranjero, se debate la incesante persecución de que está siendo objeto el expresidente de la República.
En más de una ocasión se ha hablado de que la motivación del ataque tenaz en contra del personaje dominicano más destacado a nivel internacional, es un rencor que ha venido acumulando el ex funcionario del primer gobierno de Leonel.
Pretendo obviar cuestiones políticas, no opinar ni juzgar encauzando este artículo hacia el lado humano de acusador y acusado tocando en ese contexto, puntos ignorados durante este largo proceso de acusaciones que el ex mandatario soporta con ecuanimidad y una paciencia solo comparable a la de Job, el patriarca bíblico sometido por Satanás a pruebas que en otro que no hubiera sido elegido para ello, serían insoportables.
Pido la anuencia del expresidente para meterme dentro de la sensibilidad de Doña Yolanda Reyna, su madre, y es que siendo mujer y madre, no puedo evitar sentir en la conciencia un grito que no dejaré ahogado en la garganta, externándolo en estas letras.
Y resulta señores, que los grandes hombres, sean jefes de Estado, científicos o funcionarios, tienen padres, hermanos, hijos y en todo ese conjunto, hay alguien que siempre sufre en silencio por los anatemas y execraciones de que hacen víctimas a sus hijos/as.
La madre silente escucha y siente en carne propia las blasfemias, heridas sangrantes en su alma que produce un manantial de lágrimas constantes, porque el corazón de la madre está dotado de suficiente amor para dar a sus hijos, pero es imposible protegerles de maledicencias.
Sabedora de esos sentimientos, imaginándome dentro de la piel de doña Yolanda, siento la necesidad de hacerme solidaria con la angustia de una mujer que trabajó desde su juventud para y por sus hijos, una madre como todas, capaz de dar su vida por los hijos.
“… Leonel nunca le dice nada para no preocuparla, y se conforma con darle las buenas noches y pedirle la bendición. Ella reza por él durante largo rato, le pide a Dios que lo proteja, le echa mil bendiciones... hasta que horas después cae vencida por el sueño”.
(César Medina).
Desde mi posición de madre la entiendo, porque el instinto nos hace sensibles y aliadas en la inquietud, indudablemente la madre del expresidente, pasará largas horas de sus días pensando en su hijo y parte de sus noches serán de desvelo porque su sexto sentido le hace percibir aunque no sepa a ciencia cierta, aunque ni Leonel, ni nadie le cuente nada.
Y adentrada ya en los ascendientes de los implicados, es inevitable pensar en Domingo Moreno Jiménez, el inmortal creador del Postumismo, abuelo del acusador número uno de Leonel Fernández Reyna.
Es de ley admitir que el exfiscal del Distrito Nacional, es una rama de un notable árbol genealógico, no por élite social, sino por trayectoria histórico - literaria, ya que además está enlazado a una familia con destacada trascendencia política en el siglo pasado.
A doña Yolanda Reyna Romero, madre de Leonel Fernández Reyna, quisiera hacerle partícipe de mi absoluta comprensión y envolverla en la calidez del abrazo de alguien que sabe medir la intensidad del amor materno.
¿Qué decir a Guillermo Moreno? Se me ocurre que lo más idóneo son estos versos del poema “Diario de una aldea” de la autoría de su abuelo que me parecen muy apropiados a la situación, que él mismo juzgue su significado:
“Ay Dios, que ves el viento y ves la nube, compadécete de mi alma que es una nube fría en un cielo claro”.
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