martes, 2 de diciembre de 2014

El Chavo del Ocho

Nurys RivasPor Nurys Rivas.La vecindad está desolada, solo queda el tonel donde moraba y tristes los vecinos. La vecindad del chavo se ha quedado sin el niño de las mil facetas, al que brotaban estrellitas en los ojos cuando se enamoraba y lágrimas por el hambre humedecían sus mejillas. No tenía padres ni familia, pero la ternura inmensa de su corazón le hicieron dueño de todos los niños del mundo y de los miles de padres que sentados junto a sus hijos, se reunían en un toque de queda voluntario cuando transmitían su programa.
    
Comediante, dramaturgo, compositor, guionista, director y productor de televisión, escritor, cuantas cosas era este actor que contradictoriamente conquistó al mundo por su humildad, porque todas las madres sentían el deseo de hacer menos abrumadora  su soledad, menos acongojante su hambre permanente, todos alguna vez quisimos hacerle llegar de manera subliminal, una torta de jamón.
    
Roberto Gómez Bolaños ha muerto, después de discurrir su ciclo en este universo, traspasa hoy los misteriosos caminos que tras el éter se diluyen haciéndose invisible a nuestros ojos. 85 años había vivido el actor que convirtió en inolvidable a la vecindad del chavo. 
    
Quizá sea maravilloso, o quizás al contrario se haga insoportablemente agotador y amargo, no lo sabremos nunca, su espíritu posiblemente camine o vuele entre flores perfumadas y viviendo emocionantes episodios traspase uno tras otros los destinos sin fin del más allá, infiernos o cielos infinitos. ¡Cómo saberlo!
 
Acaso sea tan maravilloso que el Chavo en su trayecto esté gritando, “síganme los buenos”, mientras transita su alma entre nubes traspasando ese umbral que latente y recóndito todos alguna vez, habitaremos.
    
Adiós Chavo del Ocho, chespirito, chapulín colorado, hombre-niño, niño-héroe, adiós mexicano cuasi universal, te saludan los niños que dejaron atrás su infancia y los miles de padres que contagiados por el entusiasmo de la chiquillería, teníamos durante la transmisión de tus programas un recreo de la vida que cada uno barajaba entre sus manos.
    
Ay Chavo, a mí sin ser niña, cuantas veces me hiciste mojar las mejillas con tu dulzura de niño travieso que saboreaba el hambre con cándida sonrisa.
    
Tengo un jardín subliminal, donde recojo lirios blancos que no marchitan nunca, te dejo un ramo inmenso y perfumado, no te entristezcas si su humedad te transmitiera frío, son gotas de rocío a las que he cosido una lágrima para escribirte un epitafio: La vida es un instante, ahora viajas por el infinito donde recibirás el saldo de tu paso por el mundo que dejas.

0 comentarios:

Publicar un comentario