domingo, 9 de septiembre de 2012

Las cinco razones por las que Clinton importa


Bill Clinton incendió el miércoles por la noche la convención demócrata con una defensa apasionada de Barack Obama. Pero la onda expansiva de sus palabras alcanza mucho más allá del auditorio de Charlotte. Estos son las cinco razones por las que su discurso importa en esta ajustada carrera electoral.

Uno. La popularidad del personaje.

El ex presidente dejó el poder en enero de 2001 y desde entonces su popularidad no ha dejado de crecer. Sufrió un breve bache hace cuatro años durante las primarias de su esposa. Pero enseguida volvió a despegar y ha llegado hasta el 69%: la cifra más alta desde que fuera elegido gobernador. Al echar mano de su enemigo íntimo,Obama estaba reconociendo que estaba en apuros y necesitaba su argumento de autoridad. El hombre que lo despreció en la campaña de 2008 como un chico que en cualquier otro momento le habría "llevado las maletas" articuló la defensa más convincente de su presidencia y le dio un empujón decisivo hacia la reelección.

Dos. El legado económico.

Al contrario que Obama, Bill Clinton fue un presidente afortunado. Heredó una economía más o menos saneada y hoy puede presumir de sentar los cimientos de la mayor expansión económica de las últimas décadas. Es cierto que la economía no siempre funciona al dictado de las políticas del inquilino de la Casa Blanca. Pero hay méritos que nadie puede negarle a Clinton. Sobre todo su capacidad para trabajar con los republicanos y sus cuatro años consecutivos de superávit en las cuentas públicas. Ambos detalles son más relevantes si cabe si tenemos en cuenta que Obama se presenta a la reelección sin haber logrado ninguna de las dos cosas. El miércoles por la noche, su predecesor eximió al presidente de cualquier responsabilidad y señaló con su dedo índice a los republicanos acusándoles de torpedear cualquier acuerdo para reducir el déficit. Clinton es un demócrata moderado y sus palabras desmienten a quienes presentan a Obama como un peligroso radical.

Tres. El ídolo de los obreros blancos.

Obama nunca ha logrado conectar con la clase obrera blanca. No lo hizo en 2008 cuando sus votos fueron al republicano John McCain y menos aún cuatro años después, con el desempleo por encima del 8% y una economía que no termina de despegar. Obama llegó a la Casa Blanca de la mano de los jóvenes, los hispanos, las mujeres y los afroamericanos. Pero no convenció a los varones blancos del Medio Oeste, que nunca se dejaron seducir por las promesas de cambio de un líder al que perciben como un tipo distante y fuera de su realidad. Clinton es un político en las antípodas de Obama.Capaz de seducir en las distancias cortas y llegar donde el presidente no puede llegar: a los obreros de Ohio, a los sureños pobres, a los votantes decepcionados que sopesaban quizá si había llegado la hora de votar por Romney. Por eso el mensaje de anoche es tan importante: porque a Clinton le escuchan sectores que habían dejado de escuchar.

Cuatro. El abrazo final.

No todo son palabras en una convención. Las imágenes pueden transmitir metáforas muy poderosas y ninguna llegó tan lejos como la del abrazo final entre Bill y Barack. El presidente salió al escenario extendiendo la mano a su predecesor. Pero éste enseguida lo atrajo consciente quizá del alcance de su discurso y del potencial simbólico de la fotografía. El auditorio saludó con una ovación ensordecedora la unión entre las dos almas de los demócratas: el pragmatismo de Clinton y el idealismo de su sucesor. Atrás quedaban los años en los que Obama comparó al ex presidente con Nixon y en los que Michelle subrayaba en su entorno el odio que sentía por los Clinton. También el desprecio que el ex presidente mostraba a menudo por Obama y su respaldo a su rival en unas primarias al Congreso que el afroamericano perdió y por las que casi deja la política. La incógnita que deja la noche es el verdadero motivo de las palabras de Clinton. ¿Su discurso fue un mero regalo a Barack o el preludio de una segunda campaña de su esposa dentro de cuatro años?

Cinco. El vínculo con una edad dorada.

La popularidad de Bill Clinton tiene que ver con su gestión. Pero también con su conexión con la populosa generación de los 'baby-boomers', que nacieron justo después de la II Guerra Mundial y disfrutaron sus mejores momentos durante la explosión económica de los años 90. Los 'baby-boomers' son muchos y su voto es decisivo. Ellos fueron quienes encumbraron a Reagan y quienes se dejaron seducir después por George W. Bush. Obama necesitaba recobrar el respaldo de esa generación y nadie mejor que el hombre capaz de retrotraer a sus miembros a la mejor etapa de sus vidas. Más aún si tenemos en cuenta el error estratégico de los republicanos, que se han hartado este verano de criticar a Obama presentándolo como un líder menos preparado que el viejo Clinton. Muchos ya se han empezado a arrepentir.

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