miércoles, 26 de septiembre de 2012
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No es el cúmulo de riquezas y bienes que hace próspero a un pueblo ni es el único elemento que lo impulsa hacia el progreso y desarrollo; si sus pobladores no elaboran en consenso su propio código de ética, lo respetan y lo cumplen al pie de la letra, las riquezas sólo la tendrían unos pocos y los demás que se hundan cada vez más en el profundo pozo de la miseria, de donde no saldrían nunca jamás. Sus esperanzas morirían, y si muere la esperanza, desparecería con ella la caridad. Volveríamos a los tiempos del canibalismo, nos comeríamos uno con otros tratando de sobrevivir a través de la acción del más fuerte.
Nuestra querida Quisqueya, siempre mal tratada desde el primer día en que Cristóbal Colón pisó esta tierra hasta la fecha, cuando arribó un 5 de diciembre, trayendo consigo un grupo de ladrones y criminales, sin respeto y sin ningún tipo de piedad; saqueando, corrompiendo y manchando nuestra Quisqueya no sólo de sangre de gente buena, amable e inocente, sino que también sembraron en cada rincón el árbol gigantesco de la maldición del saqueo incontrolable, la mentira y la esclavitud, llegando a echar raíces tan profundas, que hoy, a más de seiscientos años, están esparcidas en cada rinconcito de nuestra tierra
A pesar de la actitud noble y cristiana de nuestros independentistas, de convertir a Quisqueya en una nación libre, creándola sobre el fundamento del amor, la Santísima Trinidad de Dios, exhibiendo, a la vez, la cruz de Cristo, pero no la que lo crucificó, sino la que hizo posible la redención de toda la humanidad. Y junto a todo esto, nos dejaron como eslogan la palabra esperanzadora del Redentor: “Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libre”, queriendo decir, no te preocupes mi amada tierra algún te darás cuenta de la verdad y llegará tu libertad. Desgraciadamente, ese día no nos ha llegado.
El saqueo ya es parte de nuestra cultura. No sólo nos roba el gobernante ávaro, sino el comerciante sin escrúpulos en toda su tipología. El profesionista que utiliza su profesión no para servir sino para asaltar la dignidad de los más débiles. Hasta el policía que nos debe cuidar, es el más peligroso. Este es un círculo vicioso que va desde arriba hacia abajo y viceversa.
Los dominicanos y las dominicanas estamos clamando a gritos a hombres y mujeres éticos, que con gallardía salgan al frente a rescatar nuestra sociedad. Aquellos que aún conservan y defiende la honestidad. Aún nos queda una reserva como: una Altagracia Paulino, un José Izquierdo, y otros funcionarios más, que sin importarles el poner en riesgo sus vidas, se han atrevido a denunciar y enfrentar la corrupción. Y junto a ellos, muchos responsables y fidedignos comunicadores de los distintos medios. Aplausos para todos ellos.
Unámonos a este grupo, cada uno con nuestro granito de arena a reconstruir nuestra sociedad. ¡No más robo! ¡Basta ya de corrupción!
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