En el día a día, escuchar “para salir a la calle hay que persignarse” es tan común como beber agua, sin importar si se es conductor o peatón.
Transitar por la ciudad se vuelve cada vez más una odisea, y no precisamente la de la ‘Ilíada’ de Homero.
El aumento del parque vehicular que circula en la misma ciudad de hace décadas, con contadas ampliaciones en las vías, hace más caótico el tráfico, provocando en las personas todo tipo de malestar, el cual se refleja en el ánimo y la forma de manejar de quien va detrás del volante que, de por sí, ya lleva una carga emocional que arrastra del trabajo, el hogar y las presiones sociales.
Es decir, somos una bomba de tiempo sobre cuatro ruedas.
Dicen por ahí que “el hombre es él y sus circunstancias” y lamentablemente nuestra circunstancia actual es tratar de sobrevivir a las calles dominicanas con todo tipo de conductores y peatones que circulan a la ofensiva todo el tiempo.
Unos contados nos encontramos entre los que tratamos de defendernos y evitamos grandes males, dando el paso y dejando pasar, aunque en el proceso nuestro tiempo en las vías aumente.
Pedir salir de los hogares y los trabajos rebosados de alegría es casi pedir un imposible en estos días, sin embargo, pedir que respiremos y tratemos de respetar las señales de tránsito, dar el paso y utilizar las vías de manera correcta puede ser “posible”, si ponemos de nuestra parte y entendemos que vivimos en sociedad.
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