El maestro vio al alumno cabizbajo en el camerino porque no había dado hit en los primeros dos juegos de la Serie del Caribe y se le acercó para darle algunas palabras de aliento y motivarlo. “Tú no has dado hit, pero ha jugado buena defensa y tomaste dos bases por bolas que han ayudado al equipo”, le dijo Miguel Tejada a José Ramírez luego de que fallara en los primeros siete turnos que agotó en los primeros dos juegos de esta Serie del Caribe.
Luego un par de reconfortantes palmadas en el hombro (“¡Vamos!). Así de paternal es la relación que ha establecido Tejada (tranquilo, como un río en su área de mayor cauce) y Ramírez (quien con la frescura e inquietud de un arroyo, brinca peñazcos, ramas de árboles y casi todo cuando encuentra en su camino).
Tejada, en las paradas cortas, y Ramírez, en segunda, forman una singular combinación de dobles matanzas con los Leones del Escogido en el clásico caribeño.
Además de su humilde procedencia y de su amor por el béisbol, los dos tienen en común que son banilejos y salieron del programa de Enrique Soto, un hacedor de peloteros en esa dulce provincia.
“Él es de los muchachos que, en verdad, tienen el deseo de aprender y le gusta el juego, lo disfruta como yo”, resalta Tejada sobre una cualidad que a él le llevó a una racha de mil 152 partidos consecutivos en las Grandes Ligas, la quinta más extensa de la historia y que este año intentará regresar a su temporada 18 en ese circuito.
“Todo lo que le digo lo escucha con atención. Se me parece muchísimo a Erick Aybar”, manifiesta el caballeroso veterano, quien observa notables similitudes con su discípulo más aventajado y quien hoy brilla con los Angelinos de Anaheim.
Tejada destaca que el joven intermedista se tiene mucha confianza y siempre desea que bateen la pelota por sus predios.
Ramírez creció idolatrando a Tejada y confiesa que cuando salía de la escuela en Baní, con frecuencia se iba al estadio que éste construyó en esa ciudad para verlo entrenar.
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