viernes, 22 de febrero de 2013
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Entre el 26 de enero y el 27 de febrero de cada año se conmemora en el país el mes de la Patria, un conjunto de efemérides, entre ellas el nacimiento del patricio Juan Pablo Duarte y la Proclamación de la Independencia nacional.
La noción de Patria hace referencia a ese terruño que identifica al individuo con un punto de origen, el cual, a través de unos vínculos culturales que se producen en el entorno, crearon sentido de pertenencia e identidad, es decir, una idea de lo nacional.
Lo nacional, más allá del vínculo del individuo con el Estado genera un proceso de pertenencia y la construcción de una identidad como proceso político, sociológico y antropológico.
La llamada historia oficial construye una simbología y parafernalia que instrumentaliza a las comunidades en las llamadas festividades Patrias, con honras y pompas apoteósicas, desfiles, discursos, Te Deum, Salvas… que se diluyen con el paso de los días y que poco influyen en la formación cívica de los individuos.
Lo oficial inmoviliza, eterniza, desvincula los eventos patrios de sus raíces nacionales, aquí lo importante es lo protocolar en desmedro de sus orígenes sociales.
En este escenario, la escuela como institución que contribuye al proceso de socialización e interacción social debe redoblar esfuerzos para coadyuvar a recuperar la memoria social, la conformación de los hitos y puentes que unifican la memoria de diversas generaciones que se suceden en el tiempo, para articular lo nacional y ese legado que se denomina memoria histórica. La escuela es una entidad que en esta coyuntura socio-cultural se halla frágil, horadada por múltiples factores derivados de la relacion de mercado, de la debilidad institucional, del espectáculo, de simulacro.
A la escuela y la familia se le endilga el colapso, la disfuncionalidad del orden social. Hoy la sociedad se halla entrampada ante la deontología o postura ético-moral con que se espera actúen los individuos o la presencia del mundo desbocado que ha roto todos los esquemas, que ha resquebrajado el ordenamiento social, y que contribuye a minimizar el rol de la escuela y el profesorado.
La formación ciudadana en el marco de las ciencias sociales afronta el reto de cohabitar con la crisis de las humanidades en el mundo académico y en el mercado neoliberal, se observa el aforismo de promover un capitalismo sin ciudadanía, sin identidad ni naciones, donde solo valen los clientes, los consumidores, donde las reglas de fronteras abiertas disminuyen cada vez más el espacio de la soberanía y la autonomía política del Estado nación.
El facilitador, el maestro o el especialista de las ciencias sociales debe lidiar con estos retos, crear estrategias de socialización y problematización del trabajo cooperativo y equipo en aras de promover la formación ciudadana; el amor patrio no se fomenta con un afiche, una camiseta, un discurso, un bandereo.
El individuo se identifica con la nación en la medida que desde la conducción del Estado se promueven políticas publicas orientadas a mejorar la calidad de vida de las personas, emulando el ejemplo de los hombres y mujeres que, como decía Bertolt Brecht han luchado toda la vida para engrandecer la patria y desde la misma facilitar servicios de calidad a los ciudadanos.
El individuo asume las efemérides de su Patria cuando en el país respetan las leyes, las instituciones funcionan según un orden racional, se observa el terruño patrio para servirle no para convertir al Estado en un patrimonio, piñata que se reparte entre pirañas y buitres carroñeros.
El Mes de la Patria es un buen momento o escenario para resaltar valores cívicos y morales, para lanzar el compromiso de obrar y accionar políticamente en el marco de la ética pública y ciudadana. Adela Cortina enfatiza la necesidad de articular una ciudadanía al ejercicio de la ética, el buen comportamiento individual en procura del bienestar colectivo…
El autor es doctor en Educación.
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