No sé por qué razón insistimos en demostrar la autoridad por la fuerza o de manera prepotente. El fenómeno se observa con mayor frecuencia en estos países del tercer mundo donde todavía un uniforme policial o militar tiene tendencia a intimidar al momento en que las personas uniformadas ejercen sus funciones y/o labores.
Desde que la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) fue fundada ha tenido la actitud de imponer sus medidas de manera arbitraria. Ha ido más allá de su papel de regular y organizar el tránsito vehicular el cual siempre ha sido y es un caos en esta tierra caribeña.
A veces nos olvidamos de que los agentes de la Amet existen, pues, cuando se necesita que uno de ellos esté presente, ya sea porque hay un accidente, un super “tapón” de esos comunes y usuales en los últimos tiempos o porque algún imprudente de los tantos que andan por ahí se pasó en luz roja y se llevó a alguien de camino, ellos no aparecen. Otras veces hay tantos en el medio (sobre todo cuando quieren poner multas, cobrar impuestos para llenar los bolsillos del fisco o ejecutar un operativo relámpago), ahí te encuentras con uniformes verdes por todas las esquinas.
Pues bien, ahora me tocó a mí que me pusieran una multa, una multa resultado de vivir en la ley de la piedra y del huevo, ya que según el agente me pasé en luz amarrilla. Ya saben, su palabra contra la mía. En este caso es difícil demostrar la razón porque es un asunto de autoridad. La objeción no es sólo la colocación de las multas a quienes comenten una falta, sea ésta verdad o mentira, el asunto es, además, la forma que utilizan para ponerla.
Primero, se acercan y te dan en el cristal del vehículo que casi te mueres del susto, pues, la irrupción repentina provoca que llegues a creer que has cometido un asesinato en serie. Luego te mandan a salir de la línea donde estás y te mandan a parar a la derecha con sus gestos de autoritarismo a flor de piel.
Después de mucho discutir sobre la veracidad de lo que el agente me decía y darme cuenta de que ese caso estaba perdido porque él estaba ahí para ponerme la multa con o sin razón, le pregunté al agente de cuánto era la multa que tenía que pagar, me contestó literalmente: “yo no sé porque a mí nunca me han puesto una multa”. O sea que este agente para lo único que está entrenado, entre otras cosas, es para cobrar y poner multas como un robot, no para dar informaciones que él debe saber porque tiene la obligación y el deber de dársela a los ciudadanos y ciudadanas que no tenemos porqué saber el valor de la multa que nos ponen. Ellos deben informar cuántos, pero sobre todo no tratar a la ciudadana con esos aires de grandeza y de prepotencia.
Yo no sé cuándo es que estos agentes van a entender que los tiempos de arbitrariedades de uniformes de la armada en sus diversas jerarquías pasaron de moda. Entendemos que hay que disciplinar y organizar a los ciudadanos y ciudadanas que andamos como chivos sin ley y cometiendo faltas que generan accidentes muy lamentables.
Pero de la misma manera entendemos que por simples multas no hay que ser tan descortés con la ciudadanía. Le sugerimos a este organismo que no sólo capaciten a sus agentes en el registro de multas y reportes semanales o mensuales sino de como tratar a la ciudadanía al momento de hacerlo porque se supone que la intención es enseñar y crear conciencia en esta área del tránsito vehicular para que todos y todas salgamos beneficiados, no atropellados y maltratados.
La autora es abogada y docente universitaria.
Desde que la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) fue fundada ha tenido la actitud de imponer sus medidas de manera arbitraria. Ha ido más allá de su papel de regular y organizar el tránsito vehicular el cual siempre ha sido y es un caos en esta tierra caribeña.
A veces nos olvidamos de que los agentes de la Amet existen, pues, cuando se necesita que uno de ellos esté presente, ya sea porque hay un accidente, un super “tapón” de esos comunes y usuales en los últimos tiempos o porque algún imprudente de los tantos que andan por ahí se pasó en luz roja y se llevó a alguien de camino, ellos no aparecen. Otras veces hay tantos en el medio (sobre todo cuando quieren poner multas, cobrar impuestos para llenar los bolsillos del fisco o ejecutar un operativo relámpago), ahí te encuentras con uniformes verdes por todas las esquinas.
Pues bien, ahora me tocó a mí que me pusieran una multa, una multa resultado de vivir en la ley de la piedra y del huevo, ya que según el agente me pasé en luz amarrilla. Ya saben, su palabra contra la mía. En este caso es difícil demostrar la razón porque es un asunto de autoridad. La objeción no es sólo la colocación de las multas a quienes comenten una falta, sea ésta verdad o mentira, el asunto es, además, la forma que utilizan para ponerla.
Primero, se acercan y te dan en el cristal del vehículo que casi te mueres del susto, pues, la irrupción repentina provoca que llegues a creer que has cometido un asesinato en serie. Luego te mandan a salir de la línea donde estás y te mandan a parar a la derecha con sus gestos de autoritarismo a flor de piel.
Después de mucho discutir sobre la veracidad de lo que el agente me decía y darme cuenta de que ese caso estaba perdido porque él estaba ahí para ponerme la multa con o sin razón, le pregunté al agente de cuánto era la multa que tenía que pagar, me contestó literalmente: “yo no sé porque a mí nunca me han puesto una multa”. O sea que este agente para lo único que está entrenado, entre otras cosas, es para cobrar y poner multas como un robot, no para dar informaciones que él debe saber porque tiene la obligación y el deber de dársela a los ciudadanos y ciudadanas que no tenemos porqué saber el valor de la multa que nos ponen. Ellos deben informar cuántos, pero sobre todo no tratar a la ciudadana con esos aires de grandeza y de prepotencia.
Yo no sé cuándo es que estos agentes van a entender que los tiempos de arbitrariedades de uniformes de la armada en sus diversas jerarquías pasaron de moda. Entendemos que hay que disciplinar y organizar a los ciudadanos y ciudadanas que andamos como chivos sin ley y cometiendo faltas que generan accidentes muy lamentables.
Pero de la misma manera entendemos que por simples multas no hay que ser tan descortés con la ciudadanía. Le sugerimos a este organismo que no sólo capaciten a sus agentes en el registro de multas y reportes semanales o mensuales sino de como tratar a la ciudadanía al momento de hacerlo porque se supone que la intención es enseñar y crear conciencia en esta área del tránsito vehicular para que todos y todas salgamos beneficiados, no atropellados y maltratados.
La autora es abogada y docente universitaria.
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