miércoles, 12 de diciembre de 2012
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“Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco” Benjamin Franklin
Ni en sueños me había imaginado el cambio de actitud de los dominicanos en las navidades. Sobre todo en las grandes ciudades, que han cambiado los hábitos de alegría por pesadez, amargura, tristeza, quejas, y lo peor de todo, ¡Miedo!
¡La ciudadanía tiene miedo! ¡Miedo de un asalto! ¡De una agresión! ¡Un accidente de que pueda producir una muerte inesperada! ¡Miedo y desconfianza de todo! ¡Miedo de los precios! ¡Miedo a un despido de trabajo! ¡Miedo a una subida de la energía eléctrica! ¡La subida de precios!
Antes deseábamos un ¡Feliz año nuevo! Ahora te preguntan: ¿Y estaremos vivos?
Como he tenido la oportunidad de pasar tantas navidades, nunca había sentido una sensación de frustración colectiva. ¡República Dominicana está triste y preocupada!
Hemos tenido el privilegio de vivir en una ciudad encantadora, por eso puedo valorar lo que se siente. Nuestras gentes se sienten desganadas de salir, de un temor a todos y todo.
La crisis internacional, partiendo de Europa, de la depresión económica de E.E.U.U. han sido caldos de cultivos, para que nuestros visitantes dominicanos de “pura cepa”, no hayan podido hacer posible una visita a su amada tierra. Sumado también a la inestabilidad comercial y la inseguridad ciudadana. Esto ha hecho que muchos ni intenten venir por asomo. Se traduce, como una pena para los familiares y naturalmente a las ciudades y comunidades.
¡Instalar un arbolito, es cosa del pasado! Pues mientras más bombillas, más cuartos en energía. A nadie se le ocurre comprar “fuegos artificiales” por prohibición, seguridad y mala calidad, que puede provocar un incendio o quemaduras en niños y adultos.
Los que gustan de las bebidas son tan subidos de precios, que al terminar un “pote” tienen que ir a una entidad financiera para un préstamo.
¡Si no tiene auto, montarse en un transporte público, representa un peligro! ¡Si lo tienes es un peligro, que te lo quieran quitar y robarte! Si tienes dinero, está mal, si no lo tienes peor. Si trabajas te asechan en cualquier esquina para atracarte. Si no trabajas, te conviertes en provocación para ser sospechoso de todo.
¡Bueno, la verdad, la cosa no está para celebraciones! ¡Está para lamentaciones!
Pero independientemente a la crisis económica y de valores, junto a familiares, amigos, y todos los que sean de su agrado, celebre a su modo. Debe ser tiempo de paz, de recogimiento, armonía; para que todo se traduzca en bienestar físico y mental, y no en miedo colectivo.
El autor es médico, escritor y profesor universitario.
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