por:
Dilenia Cruz.
Cada vez más los inmigrantes dominicanos
logran posicionarse en los competitivos mercados internacionales gracias
a la tenacidad que los caracteriza.
Para quienes han triunfado en los diferentes ámbitos socio-económicos, la clave fundamental sigue siendo la misma: saber lo que quieres + prepararse + luchar firmemente y aún cuando te caigas, volver a ponerte en pie.
Al volver a “MINGO”, como muchos dicen en un diminutivo a Santo Domingo, no faltan los bulteros, quienes a penas logran sobrevivir en países como los Estados Unidos, donde además de las competencias regulares es fundamental el idioma para poder lograr posiciones, ellos, quienes eran conocidos por sus cadenotas y demás parafernalia representativa de bonanza, aún siguen existiendo, aunque con otras señas.
Ahora, muchos “fantasmosos”, a pesar de vivir en sótanos, áticos y lúgubres apartamentos conviviendo con la inmundicia, regresan cargados de abundancia para deslumbrar a los que aún viven en su antigua vecindad, a quienes brindan cervezas, whisky, incluso regalan sus ropas y calzados a los amigos antes de regresar a sus tristes vidas.
Muchos de estos, los laboriosos, toman préstamos de hasta diez mil dólares que posteriormente deben tardar hasta más de un año para reponer a los bancos. ¿Quién además del prestamista gana en este allante? Porque los amigos son sanguijuelas viciosas que depredan a cuantos tontos llegan.
Pero claro, este criollo llenó su ego, aunque sus arcas estén vacías y con ellas las de su familia y su futuro, si es que no cambia de mentalidad.
Para quienes han triunfado en los diferentes ámbitos socio-económicos, la clave fundamental sigue siendo la misma: saber lo que quieres + prepararse + luchar firmemente y aún cuando te caigas, volver a ponerte en pie.
Al volver a “MINGO”, como muchos dicen en un diminutivo a Santo Domingo, no faltan los bulteros, quienes a penas logran sobrevivir en países como los Estados Unidos, donde además de las competencias regulares es fundamental el idioma para poder lograr posiciones, ellos, quienes eran conocidos por sus cadenotas y demás parafernalia representativa de bonanza, aún siguen existiendo, aunque con otras señas.
Ahora, muchos “fantasmosos”, a pesar de vivir en sótanos, áticos y lúgubres apartamentos conviviendo con la inmundicia, regresan cargados de abundancia para deslumbrar a los que aún viven en su antigua vecindad, a quienes brindan cervezas, whisky, incluso regalan sus ropas y calzados a los amigos antes de regresar a sus tristes vidas.
Muchos de estos, los laboriosos, toman préstamos de hasta diez mil dólares que posteriormente deben tardar hasta más de un año para reponer a los bancos. ¿Quién además del prestamista gana en este allante? Porque los amigos son sanguijuelas viciosas que depredan a cuantos tontos llegan.
Pero claro, este criollo llenó su ego, aunque sus arcas estén vacías y con ellas las de su familia y su futuro, si es que no cambia de mentalidad.
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