Estaba sobre una mesa, tenía una página marcada, lo tomé en las manos y oh sorpresa al ver el nombre de su autor.
Ávida y curiosa empecé a leer, lo conocía como médico, al enterarme de su faceta de poeta, pequé tal vez de husmeadora, eso sí, en muy buena lid.
Aún no leía la dedicatoria donde en palabras sencillas pero que calan hondo, dice el médico poeta:
“A los poetas del mundo, a los que escriben y a los que no escriben, a los que buscan el ser de las cosas, ese ser que no es bueno, ni malo, ni abstracto, ni concreto” Me tomo la parte que me toca!
Estos casos se dan a veces, en Santiago hay otros ejemplos, sin embargo enterarme de que Francisco Jiménez Güilamo, mi cardiólogo de hace años, incursiona en la poesía, me gratificó porque me sentí identificada en esa parte del alma tan especial que poseemos los que escribimos poesía.
Y no es que seamos especiales por superiores, no me mal interpreten imaginando que soy presumida, es que somos diferentes, posiblemente “raros” y esa rareza nos hace especiales.
Si yo estoy sorprendida con los versos del Doctor, la sorpresa suya cuando lea este artículo, también será grande, posiblemente no me recuerde porque hace ya mucho que no ausculta a mi corazoncito, hace más de dos años me lo encontré en el HOMS, en medio de una de esas situaciones que llamo catastróficas y al verle en el pasillo me aferré a él como el náufrago atrapa la barca que puede salvarle.
He leído el “Cuaderno de Poemas” de la autoría de Francisco Jiménez Güilamo, el científico que conoce por dentro y por fuera al corazón, recuerdo mi primera consulta con él, iba medio prejuiciada, es más, hasta me parecía “odioso” y guardaba hacia él, cierto resentimiento por una tontería que no merece ser contada.
Sin embargo salí de la consulta satisfecha y además contenta porque el diagnóstico fue óptimo, después de eso, mis visitas fueron periódicas a chequeo rutinario y reafirmo mi confianza en sus aciertos, agregando que es un medicazo.
Ahora que descubro su vocación de poeta, saberle colega en esas lides (atrevida que soy) es un honor y sin la venia del autor, me permito esbozar algunas opiniones sobre sus letras.
Las manos de Francisco avezadas en asir el estetoscopio, transitan hoy por la blandura de la inspiración cruzando el umbral del parnaso y me sorprende no porque dude que lo haya logrado, sino porque se me hace glorioso que habiten en este hombre ciencia y poesía.
La poesía del cardiólogo es cálida, la ausencia de métrica le inyecta alma y calor familiar además de una dulce pasión que hace evocar cosas que pasaron. Leyendo algunos de los versos, me parecía estar sentada en el salón de una casa, rodeada de familia y amigos que escuchaban arrobados, mientras disfrutaban de un humeante café.
Me gustó, “Duele”, es profundo y real, porque retrata la vida de tantos/as…”Duele la distancia del tiempo pasado, la pena de haber sufrido… Duele la distancia de mi madre, hermanos, primos, la muerte de un amigo…”.
Poemas de amor, otros que imagino vivenciales, tiernos, familiares, me encantó el prólogo del Doctor Pedro Mendoza, él dice que no, pero percibí poesía en sus palabras, siempre que hablamos de versos, pensamos en alguna musa, Mendoza sin duda visualizó la suya.
Llevo a mi cardiólogo Francisco Jiménez Güilamo, un abrazo y calurosa felicitación por atreverse a salir “del zapato” y publicar este “Cuaderno de Poemas” que tomé prestado de la casa de mi primo el Doctor Andrés Rivas.
Ávida y curiosa empecé a leer, lo conocía como médico, al enterarme de su faceta de poeta, pequé tal vez de husmeadora, eso sí, en muy buena lid.
Aún no leía la dedicatoria donde en palabras sencillas pero que calan hondo, dice el médico poeta:
“A los poetas del mundo, a los que escriben y a los que no escriben, a los que buscan el ser de las cosas, ese ser que no es bueno, ni malo, ni abstracto, ni concreto” Me tomo la parte que me toca!
Estos casos se dan a veces, en Santiago hay otros ejemplos, sin embargo enterarme de que Francisco Jiménez Güilamo, mi cardiólogo de hace años, incursiona en la poesía, me gratificó porque me sentí identificada en esa parte del alma tan especial que poseemos los que escribimos poesía.
Y no es que seamos especiales por superiores, no me mal interpreten imaginando que soy presumida, es que somos diferentes, posiblemente “raros” y esa rareza nos hace especiales.
Si yo estoy sorprendida con los versos del Doctor, la sorpresa suya cuando lea este artículo, también será grande, posiblemente no me recuerde porque hace ya mucho que no ausculta a mi corazoncito, hace más de dos años me lo encontré en el HOMS, en medio de una de esas situaciones que llamo catastróficas y al verle en el pasillo me aferré a él como el náufrago atrapa la barca que puede salvarle.
He leído el “Cuaderno de Poemas” de la autoría de Francisco Jiménez Güilamo, el científico que conoce por dentro y por fuera al corazón, recuerdo mi primera consulta con él, iba medio prejuiciada, es más, hasta me parecía “odioso” y guardaba hacia él, cierto resentimiento por una tontería que no merece ser contada.
Sin embargo salí de la consulta satisfecha y además contenta porque el diagnóstico fue óptimo, después de eso, mis visitas fueron periódicas a chequeo rutinario y reafirmo mi confianza en sus aciertos, agregando que es un medicazo.
Ahora que descubro su vocación de poeta, saberle colega en esas lides (atrevida que soy) es un honor y sin la venia del autor, me permito esbozar algunas opiniones sobre sus letras.
Las manos de Francisco avezadas en asir el estetoscopio, transitan hoy por la blandura de la inspiración cruzando el umbral del parnaso y me sorprende no porque dude que lo haya logrado, sino porque se me hace glorioso que habiten en este hombre ciencia y poesía.
La poesía del cardiólogo es cálida, la ausencia de métrica le inyecta alma y calor familiar además de una dulce pasión que hace evocar cosas que pasaron. Leyendo algunos de los versos, me parecía estar sentada en el salón de una casa, rodeada de familia y amigos que escuchaban arrobados, mientras disfrutaban de un humeante café.
Me gustó, “Duele”, es profundo y real, porque retrata la vida de tantos/as…”Duele la distancia del tiempo pasado, la pena de haber sufrido… Duele la distancia de mi madre, hermanos, primos, la muerte de un amigo…”.
Poemas de amor, otros que imagino vivenciales, tiernos, familiares, me encantó el prólogo del Doctor Pedro Mendoza, él dice que no, pero percibí poesía en sus palabras, siempre que hablamos de versos, pensamos en alguna musa, Mendoza sin duda visualizó la suya.
Llevo a mi cardiólogo Francisco Jiménez Güilamo, un abrazo y calurosa felicitación por atreverse a salir “del zapato” y publicar este “Cuaderno de Poemas” que tomé prestado de la casa de mi primo el Doctor Andrés Rivas.
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