Thanmy Suárez..
Saturada de pensamientos y breves palabras que definieran exactamente lo que quería plasmar, llegó a mi mente algo tan sencillo pero a la vez tan profundo: ¿Por qué ponemos forma, tamaño y hasta color al amor?
Pareciera que estuviésemos encasillados en un molde de conceptos errados sobre el amor, del que incluso queremos defendernos cuando este sentimiento aflora en nuestras vidas; algunas veces silente, otras ansioso por ser manifestado.
Y lo que pocos sabemos es que el amor es sencillamente eso, amor. Su humildad encierra su grandeza. Amor que se da, sirve, llena, perdona, abraza, vibra.
Más allá de la controversia que esto pueda generar, el término amor ha sido mal utilizado por quienes necesitan llenar vacíos existenciales; cambian su valoración por obsesiones y pobreza interior que desembocan en tibiezas y desilusiones. El individuo, acostumbrado a los atropellos emocionales, ha querido darle otras formas al amor y reacciona con dureza e incredulidad cuando alguien de manera espontánea y de corazón le dice "te amo"; todo porque no entiende la transparencia y única fuerza que emana desde lo humano y divino.
Esa expresión hermosa podría llevar a la discución a dos o más personas, donde unas tratan de calificarla sólo desde el punto de vista carnal, y otros lo ven como un término más universal. Sin embargo, existe un punto donde se cruzan las opiniones y nos llevan a descubrir una realidad latente: todo existe y fluye por amor y porque amamos.
El amor no puede ser calificado con el color del egoísmo, de las falsas interpretaciones; el amor es un compromiso genuino consigo mismo y el otro. Con más o menos intencidad, el amor no pasa nunca. Estamos llamados a expresarlo con naturalidad y valentía, fuera de prejuicios pero cuidándonos de hábitos inadecuados.
Desvistámoslo del temor a expresarlo libremente. Entendamos que en sólo un instante las miradas se cruzan, las personas se toman de la mano, el corazón late más fuerte, la sonrisa nos cambia el rostro, y que todo esto ocurre por un aire llamado amor.
Si reconociéramos que vibra en todas partes y en cada ser humano, llegaríamos a formar ambientes más sanos, relaciones auténticas y más abiertas a la armonía y a la confianza.
Dios, que vive dentro de cada uno de nosotros, y que es Perfecto, nos invita a imitarle recordándonos constantemente que Su amor también lo es
miércoles, 13 de marzo de 2013
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