jueves, 14 de marzo de 2013
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La vi acercarse. Su carita lucía sonrojada y alegre. En su mano derecha cargaba una lonchera y en la otra, un pedazo de cartulina llena de trazos y dibujos, propios de su edad. Sonriente, le entregó a su padre su “obra de arte”. Él, sin decir una palabra, tomó la cartulina y la lanzó en el interior del baúl. La expresión del rostro de la niña cambió totalmente. Se podía percibir su desilusión y tristeza.
Pensé, en ese momento, que al despectivo padre se le olvidó, o quizás nunca aprendió, la importancia de valorar y agradecer los pequeños detalles; halagar de manera justificada; que estimular o expresar aprecio son elementos fundamentales en el desarrollo de las relaciones humanas y sobre todo en la preservación del amor familiar.
Indudablemente, la decisión de implementar las prácticas antes señaladas dependerá de la personalidad del individuo, su historial de vida, enfoque existencial y sentimientos predominantes ante los seres humanos. Además, de la actitud frente a la vida; el nivel de la valorización de la propia existencia y la de los demás; su educación y dominio de las normas de cortesía.
Todos estos elementos se conjugan e influyen en la capacidad de convivir, adecuadamente, con los demás.
El entorno social en el que se desenvuelve cada persona incide en su conducta y capacidad para producir el acercamiento a través de los detalles. Muchos desestiman esa práctica porque viven centrados en sí mismos, o consideran que son cursilerías que solo deben ser tomados en cuenta cuando se quiere obtener beneficios de los otros.
El manejo o ignorancia de los pequeños detalles, evidencian el nivel de equilibrio o no de la personalidad, así como el estado emocional del individuo. Por ejemplo, una persona llena de odios, rencores, complejos; cargado de prepotencia o actitudes negativas hacia los que le rodean, difícilmente se preocupe por saludar o efectuar cualquier acto de cortesía, e inclusive decir gracias cuando la ocasión lo amerita.
Tampoco es capaz de entender el dolor ajeno, las dificultades o limitaciones que obstaculizan la convivencia. Exigen, demandan, dominan o manipulan la vida de los otros, sin importarles el sentir o realidad de ellos.
Difícilmente abren su mente y corazón para ofrecer un detalle o establecer una corriente de empatía con los que los que le rodean.
Considero que el hogar es el espacio donde debe iniciarse el aprendizaje, para llegar a ser una persona detallista, oportuna y capaz de cultivar las relaciones de respeto y aprecio a los demás.
Se inicia con prácticas simples y factibles. Es importante que los niños aprendan a decir gracias por todo lo que reciben; a saludar, despedirse, acariciar, cooperar con pequeñas tareas en el hogar, compartir con sus hermanos y familiares.
Practicando las normas de cortesía, respetando la dignidad de sus hijos y estimulándolos con detalles oportunos, los padres ofrecen los mejores ejemplos y estímulos para el aprendizaje.
No podemos confundirnos pensando que solo lo material satisface el ser humano. Muchas veces una llamada a tiempo, un abrazo, un piropo, una felicitación, las palabras oportunas, el acompañamiento en momentos significativos de la vida o en los momentos de enfermedad, llenan más que la oferta de objetos o bienes materiales entregados con frialdad o por puro compromiso.
El soborno, la manipulación y la adulación inmerecida no pueden fundamentar las relaciones humanas.
En el intercambio social, es necesario expresar y manifestar, con pequeños detalles, el apoyo a nuestros allegados cuando lo necesitan; entender los problemas, dificultades y limitaciones de los otros, no enjuiciar o acusar sin contar con informaciones válidas.
Si se debe mostrar solidaridad o agradecimiento en el tiempo oportuno; ofrecer una felicitación en el día de cumpleaños; expresar alegría cuando otros obtienen triunfos; estar presentes y manifestar solidaridad en los momentos de dolor, así como propiciar gestos de cariño con naturalidad.
Es probable que se desee hacer un pequeño presente en el momento oportuno; prestar atención a una conversación de alguien que quiera compartir sus ideas contigo; ofrecer un brindis si la situación lo amerita, llamar una persona para reciprocar una atención o simplemente hacerle sentir que es importante para ti.
Deseo hacer énfasis sobre la importancia de los detalles en tres ambientes específicos: el hogar, la escuela y el espacio laboral.
En el hogar, la cortesía, evidenciada en los detalles, refleja la calidad humana de hijos y nietos el logro de la unión familiar que muchas veces se ve afectada por factores externos a la familia.
Está comprobado que la unión familiar y el éxito de la educación está garantizado con la utilización inteligente de refuerzos positivos y el fortalecimiento de las redes de la afectividad, a través de las manifestaciones que reflejan amor e interés por los otros.
También en los centros educativos se debe inculcar la cortesía y el manejo de detalles oportunos. He visto la expresión de felicidad de los niños cuando la maestra coloca en su cuaderno una estrellita, una flor o hace un comentario positivo en su mascota. Esos actos no pueden considerarse como simplezas. Por el contrario fortalecen la personalidad y despiertan motivaciones positivas.
Sus efectos son radicalmente opuestos a los que generan la indiferencia, la ignorancia o las actitudes frías o despectivas. En muchos casos, la frustración y desinterés de muchos estudiantes son estimulados por las actitudes negativas de parte de los docentes.
Dentro del ambiente laboral, la verdadera capacidad humana no lo determina, exclusivamente, la cantidad de títulos adquiridos, el dominio de tecnologías o la posesión de recursos económicos. Se refleja en la forma de interactuar de manera efectiva e inteligente en todos los ambientes; la coherencia en la gestión humana e, inclusive, el liderazgo obtenido como resultado de la proyección de la personalidad e integración efectiva.
Concluyo con la siguiente idea: El éxito del ser humano parte del conocimiento de sí mismo y de su realidad; de su valoración de los demás y las acciones que ejecuta para lograr la convivencia en términos positivos; lo cual se evidencia en los detalles.
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