El título de este pequeño artículo corresponde a un cartel en la Plaza de San Pedro en el primer Ángelus de nuestro Papa Francisco, del Domingo, 17 de marzo del 2013.
Después de presidir la Eucaristía en la Pequeña Parroquia de Santa Ana, en el Vaticano, de saludar a cada persona que estaba dentro de la Iglesia, y de salir a saludar a tantas personas que le esperaban en los alrededores de la Iglesia, saltarse el protocolo de la seguridad, ante fieles que le proclamaban alegremente el “viva el Papa”, “viva nuestro Papa”, se dirigió hacia la Plaza de San Pedro para el primer Ángelus de su papado.
Plaza de San Pedro más que repleta de personas, banderas de tantas partes del mundo, flotando en manos de niños/as la bandera del Vaticano, la camiseta del equipo de fútbol argentino San Lorenzo de Almagro, del cual es simpatizante nuestro Papa. Aparece en el balcón papal, entre aclamaciones jubilosas de las personas de tantas razas, países,…
Sus palabras serenas, suaves, pero enérgicas por el mensaje que contienen:
Hermanos y hermanas, muy buenos días. Hace alusión al primer encuentro que tuvo cuando apareció como el nuevo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal.
Referencia al Evangelio del quinto Domingo de Pascua, la Adúltera pecadora que Jesús salva de la muerte de sus acusadores de adulterio. Las palabras de Jesús, no son palabras de desprecio, ni de acusación, ni de condenación, son palabras de amor, de perdón, de misericordia “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”. Jesús es el rostro de un Padre misericordioso, que siempre tiene paciencia con nosotros, que no se cansa de perdonar. Y nuestro Papa recita al salmo “Grande es la misericordia del Señor”.
Hace referencia al libro del Cardenal Casper sobre la misericordia. Jocosamente nos dice que no está haciendo promoción a los libros de sus cardenales. Es un libro que le ha ayudado mucho a entender la misericordia de Dios. Es que la misericordia de Dios cambia al mundo, al mundo de pecado a un mundo de gracia, al mundo de egoísmo a un mundo de amor y de servicio. Y resalta la belleza de la misericordia de Dios.
Inmediatamente hace alusión a una visita de la Imagen de la Virgen de Fátima a Buenos Aires, que después de la Eucaristía se le acerca una señora, pobre y humilde, a pedirle confesión. El le dice que ella no tiene pecado. Pero la señora le responde que todos somos pecadores, y esta humilde señora le dice “sin el perdón de Dios el mundo no existiría”.
Y nuestro papa insiste en que recordemos que Dios nunca se cansa de perdonar, nosotros somos los que nos cansamos de pedir perdón. Es el Padre amororoso que siempre tiene misericordia de nosotros.
Termina su alocución invocando la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María. Luego el rezo del Ángelus y la bendición. Solicitando nuevamente que recemos por él.
Estas palabras de nuestro Papa Francisco, son palabras que expresan su profundidad espiritual, su experiencia interna de la ternura y misericordia de Dios. De ese Dios Trinitario, Padre que crea, Hijo que redime y Espíritu Santo que santifica. Hijo Crucificado y Resucitado, de quien el mismo Papa nos ha dicho que es a ese Jesús, a quien nosotros debemos dirigir nuestras miradas y nuestros corazones, porque es la razón de nuestra existencia.
Después de presidir la Eucaristía en la Pequeña Parroquia de Santa Ana, en el Vaticano, de saludar a cada persona que estaba dentro de la Iglesia, y de salir a saludar a tantas personas que le esperaban en los alrededores de la Iglesia, saltarse el protocolo de la seguridad, ante fieles que le proclamaban alegremente el “viva el Papa”, “viva nuestro Papa”, se dirigió hacia la Plaza de San Pedro para el primer Ángelus de su papado.
Plaza de San Pedro más que repleta de personas, banderas de tantas partes del mundo, flotando en manos de niños/as la bandera del Vaticano, la camiseta del equipo de fútbol argentino San Lorenzo de Almagro, del cual es simpatizante nuestro Papa. Aparece en el balcón papal, entre aclamaciones jubilosas de las personas de tantas razas, países,…
Sus palabras serenas, suaves, pero enérgicas por el mensaje que contienen:
Hermanos y hermanas, muy buenos días. Hace alusión al primer encuentro que tuvo cuando apareció como el nuevo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal.
Referencia al Evangelio del quinto Domingo de Pascua, la Adúltera pecadora que Jesús salva de la muerte de sus acusadores de adulterio. Las palabras de Jesús, no son palabras de desprecio, ni de acusación, ni de condenación, son palabras de amor, de perdón, de misericordia “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”. Jesús es el rostro de un Padre misericordioso, que siempre tiene paciencia con nosotros, que no se cansa de perdonar. Y nuestro Papa recita al salmo “Grande es la misericordia del Señor”.
Hace referencia al libro del Cardenal Casper sobre la misericordia. Jocosamente nos dice que no está haciendo promoción a los libros de sus cardenales. Es un libro que le ha ayudado mucho a entender la misericordia de Dios. Es que la misericordia de Dios cambia al mundo, al mundo de pecado a un mundo de gracia, al mundo de egoísmo a un mundo de amor y de servicio. Y resalta la belleza de la misericordia de Dios.
Inmediatamente hace alusión a una visita de la Imagen de la Virgen de Fátima a Buenos Aires, que después de la Eucaristía se le acerca una señora, pobre y humilde, a pedirle confesión. El le dice que ella no tiene pecado. Pero la señora le responde que todos somos pecadores, y esta humilde señora le dice “sin el perdón de Dios el mundo no existiría”.
Y nuestro papa insiste en que recordemos que Dios nunca se cansa de perdonar, nosotros somos los que nos cansamos de pedir perdón. Es el Padre amororoso que siempre tiene misericordia de nosotros.
Termina su alocución invocando la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María. Luego el rezo del Ángelus y la bendición. Solicitando nuevamente que recemos por él.
Estas palabras de nuestro Papa Francisco, son palabras que expresan su profundidad espiritual, su experiencia interna de la ternura y misericordia de Dios. De ese Dios Trinitario, Padre que crea, Hijo que redime y Espíritu Santo que santifica. Hijo Crucificado y Resucitado, de quien el mismo Papa nos ha dicho que es a ese Jesús, a quien nosotros debemos dirigir nuestras miradas y nuestros corazones, porque es la razón de nuestra existencia.
0 comentarios:
Publicar un comentario