martes, 5 de marzo de 2013
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Una columnista del pasado sábado, en un gran artículo, me ganó la iniciativa de tratar el caso Martha Heredia, celebro que esto ocurriera, ya que esa circunstancia, me da la oportunidad de adentrarme algo más y ahondar en el hogar de Martha, en sus padres sobre todo.
Si bien Martha es la protagonista, me conmueve pensar en la angustia de unos padres que ante la desventura de la hija, estarán si cabe, más atribulados que la propia involucrada.
Siendo madre, la sola idea de imaginarme en el lugar de estos padres, me conmueve, motivada por esto, he querido hoy hacerme solidaria con el hogar de Martha, porque se que desciende de una familia ciertamente humilde como se ha dicho, pero con una humildad enaltecedora.
Me atrevo a asegurar que estos padres, respetando el deseo de su hija de ser cantante, no pondrían trabas a sus aspiraciones, aunque tal vez hubieran deseado, que el futuro de ésta hubiera sido menos tumultuoso, más acorde con el estilo de vida de la familia, dedicada al culto por el Señor.
Celebro que los padres de Martha Heredia estén tan aferrados a su fe, porque de ello colegimos que con la fuerza que les otorga la religión, pueden levantar a su hija, consolarle y tratar de llegar a una conciencia que posiblemente se viera deslumbrada por las luces fatuas del espectáculo, pero que si conserva una base óptima, puede reinventarse.
Total que Martha es muy joven todavía, es como el botón de un rosal al que abonaron para hacer reventar antes de tiempo, ojalá que todavía la verdadera flor no haya marchitada conservando dentro de sí, suficiente frescura para reponer esos pétalos que la cubren y renacer con su aroma y color.
Esa puede ser la mejor reivindicación de ella hacia sí misma y de ella hacia sus padres, hermanos, tíos, abuelos que posiblemente habrán reído y se habrán sentido gratificados con su rauda y fugaz gloria, pero que indudablemente, sentirán hoy que no compensa una fama tan efímera, a la posible destrucción moral de una persona.
Los hijos son así, nosotros mismos en su momento fuimos jóvenes y quisimos tal vez abatir las alas y volar, unos más sensatos, otros más visionarios, algunos, absolutamente fantasiosos y los padres en su papel de ser no solo ejemplo, sino una especie de nivel con el que miden actuaciones, ellos amonestan, aprueban, impiden o al menos intentan impedir aquello que consideran que no será adecuado para los hijos.
Nunca sabemos en que momento, un hijo va a tirar por la borda los valores inculcados y va a tomar decisiones que le dañarán, ellos no piensan que con cierta conducta no solo se perjudican, sino que son puñaladas en el corazón de los padres.
Confío en que el caso de Martha Heredia sea juzgado con justicia, confiando a la vez, que en nuestro país, se tome conciencia, hablo de la conciencia de la justicia y de las instituciones que pretenden adueñarse de toda la ética, sobre todo cuando ésta la aplican sobre personas débiles, que pueden o no ser inocentes, son en definitiva seres confundidos y perdidos en un medio que le juzga sin haberle dado los instrumentos para defenderse de la propia sociedad que en determinado momento le enalteció.
Llegue a esos padres atribulados por la suerte de su hija, mi abrazo solidario junto al deseo de que no decaiga el ánimo.
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