miércoles, 6 de marzo de 2013
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La teoría social sobre los países latinoamericanos, hace más de medio siglo, estableció que uno de los fenómenos recurrentes en el subdesarrollo de estos países es la concentración de la población en uno o dos polos urbanos, preferiblemente en torno a la zona de las capitales. La tendencia no ha sido una excepción en el caso nuestro, donde la población ha seguido la tendencia subdesarrollada de concentrarse en la zona metropolitana de Santo Domingo, receptora en mayor proporción del flujo migratorio de la población.
En nuestro caso con la concentración de la población se han concentrado los centros del poder, haciendo cada vez más asimétrica y antidemocrática la toma de decisiones desde el punto de vista de la equidad territorial, de modo que los proyectos públicos y privados de inversión son decididos de acuerdo a los intereses capitalinos, situándolos preferiblemente en la zona geográfica de interés de los grupos capitalinos.
La lógica de ese regionalismo se ha impuesto en muchos importantes proyectos de interés nacional y en especial para impedir proyectos de interés de la región del Cibao.
Santiago ha sido víctima de ese regionalismo capitalino en importantes proyectos de impacto regional, tal como se evidenció con el bloqueo ejercido por más de 60 años contra el aeropuerto Cibao. Más recientemente esos intereses asentados en la capital y que controlan la actividad portuaria, ejercieron el tráfico de influencia para que el Gobierno echara hacia atrás la concesión otorgada a una Corporación conformada por el sector social y empresarial de la región del Cibao que se proponía impulsar el puerto de Manzanillo, proyecto considerado como eje dinamizador del desarrollo económico y productivo de toda la zona de la Línea Noroeste y del Cibao Central. De esa forma el Cibao ha perdido la oportunidad legítima de impulsar el más importante proyecto de infraestructura surgido en los últimos años y que habría sido de gran impacto para el desarrollo económico de la región.
Oposición regionalista
Por esas razones no debe sorprender que se levanten voces contrarias a la decisión del Presidente a favor de la Carretera Cibao-Sur, pese al apoyo decidido del propio Jefe del Estado y de amplios sectores institucionales representativos de las dos regiones del Cibao y del Sur, encabezados por Santiago y San Juan de la Maguana. En efecto, no bien terminó el Presidente de anunciar su decisión, ya salieron las voces contra la importante obra que habrá de comunicar a esas dos regiones productivas y de paso con el importante mercado de Puerto Príncipe. Se podrá discutir la racionalidad técnica ecológica sobre la mejor alternativa para el trazado de la vía, pero no se podrá negar la importancia y pertinencia de un proyecto que también hace 100 años fuera visualizado como una prioridad, pero obstaculizado por el regionalismo capitalino.
¿Se dijo algo contra las modernas vías del Este?
¿O se dijo algo contra la moderna vía que une la capital con Samaná aunque partió el santuario de los Haitises?
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