A lo largo de los siglos ha cambiado el sentido y por tanto, el objeto propio de los Cabildos y no es difícil para el estudioso de la historia de los Municipios, encontrar diferencias abismales entre las responsabilidades propias de los gobiernos locales de la España que se consolidaba como pueblo y Nación en la parte alta de la Edad Media, las heredadas por los gobiernos locales llegados al Nuevo Mundo de manos de descubridores y conquistadores o los atributos de esas mismas estructuras intermedias en la organización jurídico-política de los Estados Nacionales de estos tiempos.
No obstante, las distintas manifestaciones de acción y de facultades entre un gobierno local de fines del siglo XIV en la vieja Europa y uno de la República Dominicana de hoy, un hilo conductor, una especie de columna vertebral, ata los extremos a uno y otro lado del pretérito y del presente, como si algo desconocido quisiese ponerse prensente y manifestar que el Municipio antiguo y el moderno son el mismo y que fueron creados para defender la villa de ataques extraños y a los habitantes protegerlos en la salud y en la tranquilidad intramuros.
Las más añosas muestras del interés de los Cabildos por la salud de quienes vivían bajo el marco del Municipio se observó en la reclamación a los mercaderes de vinos por la calidad de la bebida y de las botas en que se envasaban, porque entonces lo que hoy se menciona como desperdicios sólidos o líquidos, carecía de sentido y se entendía que la condición de esta bebida que en muchos casos sustituyó por largos períodos el agua de tomar, era tarea que atañía a la autoridad local, lo mismo que la calidad de otros alimentos, el surtido constante de los mismos y otros servicios indispensables a los individuos.
Una revisión de la ley de Municipios votada a poco de pronunciarse la Independencia de la República, habla lo mismo de estas preocupaciones, en otro contexto de la organización social, por supuesto, pero siempre como si se apuntase a la necesidad de cuidar de los ciudadanos, por sostener el bienestar colectivo.
La basura, esos desperdicios sólidos de los tiempos actuales, son causa de inquietud, porque su amontonamiento dentro del perímetro urbano ayuda a la proliferación de alimañas transmisoras de enfermedades por lo cual, si bien no puede ni debe afirmarse que un gobierno local tiene un curso de acción definido por los tiempos, las costumbres o la ley de manera inexorable, no puede tampoco entenderse que ese hilo sostenido a lo largo de la historia, ese hilo de la salud colectiva en este aspecto particular, tenga que olvidarse y que se deje a las malas, ya que no a las buenas, la recolección de esos desperdicios sólidos que si no fuese más que por servir de vector a insectos dañinos y de escondrijo y área de reproducción a ratones y cucarachas, tendría que urgirse su recolección y disposición final, por la fetidez emanada del amontonamiento de tales despojos del quehacer humano.
Cabe instar a todos los Cabildos a dar preferencia a labor que sin duda es ardua, fatigosa y costosa para los gobiernos locales, pero que es indispensable a los mismos, tanto que explica la existencia de los gobiernos locales, aunque se acepte que una visión histórica muestra la variabilidad de sus atributos, pues sus propiedades y características se transforman en paralelo con los cambios en el sentido del urbanismo y de lo urbano.
lunes, 5 de mayo de 2014
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