S in duda alguna el país ha sido transformado, ya no es lo que fuera hace tan sólo dos décadas. Esa percepción es fácil de entenderla, cuando se aprecian las señales de la modernización urbanísticas que son emitidas por las principales ciudades del país, las cuales podrían hacernos creer falsamente en el progreso y la prosperidad. Sin embargo, la transformación cuando se mira desde lo moral e institucional y del comportamiento evasivo y descompuesto del dominicano de hoy, en especial frente al irrespeto de la Ley y las instituciones, las señales de la “modernidad” convencen a cualquiera de que el país más bien avanza hacia su fracaso total como Nación.
A esa conclusión se puede llegar si nos detenemos a pensar en las motivaciones de la renuncia de Minou Tavárez Mirabal de su partido, el PLD, una dama paradigmática de la política criolla que simboliza por herencia de sus progenitores la nobleza y el sacrificio por la libertad y la democracia dominicana. Sin duda que el PLD también se transformó como consecuencia de su propia obra. Este PLD de hoy al igual que el país se ha transformado y de un partido prometedor de la liberación dominicana, con una visión del desarrollo, con un alto sentido de la ÉTICA y la moral, del orden basado en el respeto a la Ley, de la organización, la formación política y hasta de la limpieza urbana, principios esos de los cuales se ufanaban sus miembros y dirigentes, bajo la inspiración del prócer Juan Bosch, ofrece ahora otro panorama tan desalentador como desalentadora se hace cada vez más la vida misma en el país, sobre todo para la mayoría de la población empobrecida y acosada por la criminalidad, la inseguridad y la desesperanza.
La pérdida del valor de la democracia, su nueva orientación por el poder, su inclinación favorable a la comisión de actos delictivos desde el poder, a la corrupción y la impunidad, son partes de las motivaciones que llevaron a Minou a su renuncia. Ellas nos revelan la transformación negativa sufrida por el propio PLD, consecuencia de sus propias políticas, las cuales parecen haberse inspirado más en la necesidad de su cúpula dirigencial de escalar socialmente, que de servir al partido para servir a la Nación, como decía su olvidado lema trazado por su fundador.
La política de la “modernización” neoliberal aplicada por el PLD, transformó al país, pero también al PLD, convirtiéndolo en su propia víctima. De ser la opción para el cambio anhelado por los institucionalistas que desde la fundación de la República le dieron continuidad a la “esperanza nacional” inspirada por Duarte y luego por Juan Bosch, parece que ha llegado a ser una expresión más de la tradición autoritaria, la cual ha concebido el poder como una condición para el reparto del erario público como un botín de guerra o piñata nacional.
La renuncia de Minou, pues, debe servir de motivo de reflexión para el PLD, pero también para todos los dominicanos, especialmente para los más conscientes, que ven como la Nación está siendo conducida a un seguro fracaso nacional.
¡Meditemos sobre ese paso!
lunes, 26 de mayo de 2014
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