viernes, 1 de marzo de 2013
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La frase presidencial que levantó el alma nacional fue: “sencillamente inaceptable”, refiriéndose a la injusticia dramática que significa que de cada 100 dólares que se produzcan de beneficios por la explotación del oro dominicano, la empresa se quedaría con 97 y sólo tres le tocaría al pueblo dominicano.
Ese resultado deja al descubierto con toda crudeza que, mediante los artilugios de un contrato, el oro dominicano le ha sido enajenado al pueblo, dejando de ser suyo, al tiempo que la explotación de esa mina de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón, en esas condiciones, empobrecerá el patrimonio de la República y, en consecuencia, a los dominicanos, además de dañar el medio ambiente de la Nación.
Esos efectos indeseados y perversos para los dominicanos no son nada extraños en el marco del sistema económico mundial dominado por las leyes económicas que operan dentro de lo que el Papa Juan Pablo II llamó el “capitalismo salvaje”. Para ese nuevo orden mundial, justificado por el pensamiento “neoliberal”, la humanidad alcanzaría la “felicidad y la prosperidad” si la economía delega todo en la Empresa y el Estado se reduce al mínimo, sin distorsionar las leyes naturales que rigen el Mercado, institucionalidad que, entonces, tendería a la utopía de la “competencia perfecta” estadio donde se lograría el pleno empleo con plena justicia, libertad y fraternidad.
La falacia de esa visión economicista se pone de evidencia en los dos resultados más dramáticos del sistema económico mundial: La pobreza y el hambre de muchos millones de seres humanos sobrantes y excluidos; y la amenaza del planeta que se manifiesta en el calentamiento global. De este modo la economía capitalista pasa a operar en contra de los dos factores de la producción: el hombre (mano de obra) y la naturaleza (tierra). En consecuencia, las posibilidades de la “prosperidad y la felicidad” se esfuman por el inevitable afán de lucro y por la consecuente avaricia de los agentes económicos, que los obligan y los impulsan a maximizar los beneficios, de acuerdo a la metodología del cálculo de utilidades, soslayando el impacto ambiental y la exclusión humana en el marco de la competencia de mercados.
Unidad del pueblo
Esa es la filosofía que alimenta la ambición y la avaricia que causaron la más grande crisis global del capitalismo que hoy aflige a pueblos pobres del mundo, pero también a pueblos ricos, como los de Norteamérica y Europa, precisamente países vanguardia en la defensa del “capitalismo salvaje”. Ese mismo espíritu del “capitalismo salvaje” es el que está detrás de la intransigente posición de la Barrick Gold que lo quiere todo en contra de todos los dominicanos.
Por eso se hace necesaria la unidad de todos los dominicanos para sustentar la posición del Estado, representado por el Gobierno, de modo que el Presidente Medina logre una negociación digna y patriótica que se traduzca en un mayor beneficio para el pueblo dominicano.
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