El clima noticioso internacional en América Latina ha sido impactado por la ola violenta que sacude a Venezuela, protagonizado por una oposición cada vez más desafiante y que sintoniza con la posición de los EE.UU en contra de la “revolución bolivariana”. Los hechos acaecidos, sobre todo en Caracas, de protestas, incendios y muertes que desafían el poder del chavismo, indican el bajo nivel de gobernabilidad que caracteriza al Gobierno de Nicolás Maduro.
La situación tiene su origen en una revolución que no sólo se ha enfrentado al gran poder de los EE.UU y sus intereses a través de las multinacionales, a las cuales el “chavismo” les arrancó el control y propiedad de los recursos petroleros, sino que de igual manera ha enfrentado y diezmado a la oligarquía venezolana, la cual se ha visto obligada a emigrar de su país con sus capitales. Ese enfrentamiento se ha generalizado, dado el propósito manifiesto de la “revolución chavista” de instaurar un régimen socialista que implica también una economía socialista.
Esa estrategia política “revolucionaria” como legado del chavismo, cuenta con un gran control de todas las fuentes del poder político desde el Ejecutivo, el Congreso, la Justicia y las altas cortes, así como también de todas las ramas del poder militar, además de la mitad de la población. Sin embargo, ese gran poder legítimo y fáctico del gobierno de Venezuela, choca de frente con una estructura económica construida sobre la base de una economía de mercado, de la cual ha emanado el gran poder de la oligarquía y la clase media venezolanas, articuladas a su vez a los grandes intereses transnacionales. De esa economía ahora amenazada por una “revolución” que intenta convertirla en socialista, surge un gran poder de resistencia que es el que se está manifestando en la ola de violencia que pone en peligro la gobernabilidad y la paz en aquel país hermano.
Frente a esa dialéctica necesariamente conflictiva, el gobierno de Maduro ha preferido someter a la población a un extenso discurso coloquial a favor del “socialismo chavista y bolivariano”, pero sin encarar el serio problema de una gran población cuyas condiciones materiales de vida están, en gran medida, determinadas por la economía de mercado todavía vigente. La ausencia de respuestas en el plano del funcionamiento de la economía, así como de una estrategia de transición que permita que las unidades empresariales capitalistas puedan convivir con las nuevas formas de la economía solidaria por establecer por la “revolución”, crea una situación de anomia que estimula el conflicto y la violencia.
Cambio en la revolución
Por esas razones es imperioso que los gobernantes de Venezuela reflexionen, y asumiendo conciencia se dejen de tanta “palabrería” y por el contrario comiencen a manejar la economía, de tal manera que los objetivos políticos de la revolución armonicen en lo posible con los objetivos económicos de las empresas, haciendo que el poder político disponible se convierta en un poder regulador que dinamice la economía en esta fase de transición hacia el socialismo.
¡Qué Venezuela no repita el camino trazado por Cuba!
martes, 18 de febrero de 2014
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