A finales de la década de los noventa tuve mi primer encuentro con Dedé Mirabal. En ese entonces coordinaba un grupo denominado: Mujeres Al Día. Queríamos conocer en persona a la mujer que no cesaba de contar, sin cansancio, la historia de sus hermanas. Con esa ilusión fuimos a Ojo de Agua, Salcedo. Recuerdo esa mañana lluviosa, con ese grupo de compañeras, hermanas de la vida, como íbamos ilusionadas al encuentro con el testimonio vivo de una parte de nuestra historia tan triste y aterrorizante. Ibamos a tocar la mano, a besar la mejilla, a abrazar a la cuarta Mariposa sobreviviente.
Queríamos repasar a través de su memoria la vida real de las otras Mariposas. Y allí estaba ella, esperándonos sonriente. Con su mechón blanco, nos recibió en su terraza, rodeada de bellas orquídeas, helechos, diversas y cuidadas plantas. Con el mismo coraje con que había asumido mantener la memoria encendida durante las últimas décadas nos contó la historia de sus hermanas.
Luego en el 2002 tuve de nuevo la oportunidad de encontrarme con ella y de hacerle una entrevista para un programa de televisión. En esta ocasión nos recibió en Conuco, en el Museo que ella construyó para todo el pueblo dominicano. Ahí estaba de nuevo, sonriente, con sus labios pintados de rojo, regando las plantas de ese hermoso jardín. Durante esa visita recuerdo que me dijo: “de esta rama siempre florecen tres rosas, esas son ellas, las muchachas….”
Aprendí a admirar a esta mujer igual que admiro a sus hermanas. Aprendí a quererla como si fuera parte de mi familia. Aprendí a valorar el gran trabajo que esta cuarta Mariposa hizo por este país, desde su centro de vida.
Cuánto coraje y valentía tuvo Dedé para recoger los cadáveres de sus hermanas y enfrentar a sus asesinos en esa larga noche de tinieblas y terror en que vivimos sumergidos durante 30 años. Cuánto soportó ese corazón al tener que enterrar sus cuerpos y clausurar la puerta de entrada a la casa. Pero, Dios, cuánto amor tuvo esta Mariposa para criar, a los hijos e hijas de sus hermanas. Esos niños y niñas que quedaron huérfanos y huérfanos y sin embargo, los educó en el amor, sin odios, sin resentimientos, sin sed de venganza.
Con cuánto amor y pasión contaba la historia de sus hermanas, miles y miles de veces a todo aquel que se acercara. Sus ojos brillaban como el primer día. Su voz temblaba de emoción entristecida al recordar aquellos días negros de la dictadura Trujillista.
Al final de cada uno de esos encuentros repetía: “es mi misión contar la historia, la verdadera, para que no se repita nunca jamás. Para eso sobreviví”.
El 30 de noviembre del pasado 2013, la vida me hizo el regalo de volverme a encontrar con ella. Seguía sonriendo, con sus labios pintados de rojo y su mechón blanco en el pelo. Pero su mirada no era la misma que antes, ya era más tranquila, menos apasionada. Su voz no le dejaba hablar con tanta fuerza y pasión. En ese momento sentí que no la volvería a ver, pero como siempre quería darnos un mensaje. Nos dijo: “les deseo mucha salud, pero sobretodo mucha paz, para ustedes, sus familias, para mi pueblo. Quiero que viva en paz”.
Hoy la cuarta Mariposa, con sus alas terrenales cansadas por las batallas vividas se ha transformado. Alzó el vuelo para encontrarse con las muchachas. Sé que la recibieron sonrientes, agradecidas. Se fundieron en un gran abrazo. Ese abrazo que habían esperado por 53 años.
Sus alas resplandecen revestidas de múltiples colores. Al igual que sus hermanas ella vivirá por siempre en su jardín, en nuestro jardín.
Cuando recibí la noticia me pregunté de inmediato, ¿ y ahora, quién seguirá contando la historia?. A medida que escribía este artículo encontré la respuesta: nosotros y nosotras que tuvimos el privilegio de conocerla, de aprender a quererla, valorarla. El pueblo consciente, comprometido y responsable de mantener viva la historia de las Mariposas del tiempo en la memoria de las nuevas y futuras generaciones. Aquellos a los cuales nos decía: “yo estoy aquí para que nunca olviden la historia, para que nunca jamás se vuelva a repetir…”
Vuela alto cuarta Mariposa. Legado entregado. Misión cumplida. Ya puedes descansar en paz junto a tus muchachas.
La autora es Abogada y Docente universitaria.
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