jueves, 3 de abril de 2014

Cambiemos el juego

Cuando el Congreso decidió quitar calidades a la ciudadanía para querellarse contra la corrupción administrativa, ya era demasiado tarde para quienes la combaten.
Blindarse desde el poder les fue fácil a los políticos, pues sus vínculos fuertes con la gente se basan en el clientelismo y para eso hay mucha miseria y poca nobleza.
Con ese segmento de población que no se conquista con la canastilla de parturienta, ni los 500 pesos ni las 4 planchas de zinc, con ese, que sabe de leyes, que lee informes y los entiende, no hay vínculos fuertes que impliquen rendición de cuentas.
Ni les interesa a los congresistas ni tampoco a la ciudadanía, que si pasa por el Centro de los Héroes es para protestar desde afuera.
Es el grupo que se indigna, pero no ha encontrado manera de fortalecer el poder de su voto. Entiende que “hay que hacer algo” y ha elegido atacar la consecuencia, pero bajo ese robo al erario hay todo un sistema intocado.
Los políticos lo saben y ya empezaron a blindarse contra esa indignación que reacciona cuando ya el robo es un hecho.
Si es por leyes, vayamos a la de Compra y Contrataciones, que establece todo un mecanismo de control y seguimiento y que algunos intuyeron como arma útil cuando formaron la Iniciativa Participativa Anticorrupción (IPAC), un espacio interesante de articulación gobierno-sociedad civil que puso en evidencia la falta de una política clara de control del dinero público, la actitud medalaganaria de cada ministerio en cuanto a compras y contrataciones (que es como se roba dinero al Estado, estemos claros) y por tanto la necesidad imperiosa de vigilar, presionar y poner en evidencia.
El mecanismo iba tomando fuerza, pero nos metimos en elecciones, la “sociedad civil vigilante” bajó la guardia mientras escuchaba propuestas electorales como si el cambio de gobernante fuera a cambiar el mundo y su sistema, los indignados decidieron concentrarse en pedir justicia por pasados robos… y ya.
El resto estaba como siempre: en espera sus 4 planchas de zinc, sus 500 pesos, su canastilla de parturienta, y así.
¿Y ahora qué? Ya no podremos ni querellarnos, que es lo que mejor hacemos. Nos han puesto difícil los tribunales.
¿Y si empezamos a meternos con la fuente del delito? ¿Y si nos anticipamos al robo? Leyes hay. ¿Qué tal si cambiamos el juego?

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