lunes, 28 de abril de 2014

Alegría entristecedora


Lejos de congratularse el Gobierno Dominicano por la reciente colocación de mil doscientos cincuenta millones de dólares en bonos a la que se juzga la tasa de interés más baja, negociada para una transacción a treinta años por parte de un país con clasificación crediticia B, las autoridades que lo componen debían sentirse tristes, porque todos los préstamos concertados en los últimos dos años aumentan la dependencia política de la República Dominicana, reducen la capacidad para que se impulse alguna forma siquiera incipiente de desarrollo y comprometen el futuro de la Nación.
    
Desde hace algún tiempo se esgrimen aisladas advertencias sobre el peso de la deuda pública, interna y externa, sobre el desenvolvimiento económico del Sector Público y se hace la advertencia de que no deben contratarse nuevas acreencias para cubrir obligaciones anteriores, salvo que se negocie la liquidación de las últimas a un más extenso plazo y a muchos menores intereses que la deuda anterior, que determina u obliga a contraer nuevas responsabilidades financieras.
   
 Hace varios años, el entonces jefe de la Reserva Federal de Estados Unidos, Allan Greenspan, alertaba contra una tendencia de las autoridades públicas y de sectores empresariales, de hacer descansar el crecimiento –y el eventual desarrollo- en lo que llamaba el ahorro externo, que llegaba a la economía norteamericana por caminos diversos, desde el desequilibrio comercial, los depósitos de confianza en la banca norteamericana hasta el financiamiento reembolsable de operaciones variadas.
    
Aunque con enorme cautela, Greenspan en cierta medida advertía que la situación prevaleciente gravitaría de alguna manera sobre la economía más fuerte del mundo; y así fue, pues si bien la crisis económica tuvo otras causales distintas a las previstas por él, no pudieron ser previstas ni eludidas, debido a la fragilidad de una economía nacional agrietada desde muchos puntos de vista.
    
En la República Dominicana se advierten los peligros de una economía que cada vez se vuelve más dependiente de préstamos internacionales que llegan no solamente para financiar inversiones de capital del Estado Dominicano, sino, mucho peor, para cubrir obligaciones vencidas o por vencer de previas operaciones mal y alegremente concebidas y peor pautadas, pese al contento que se siente porque la colocación de los últimos bonos soberanos satisfizo el anhelo de los negociadores públicos y de los intermediarios por cuyas manos, siempre en operaciones de tal naturaleza, desfilan comisiones que permean a los que intervienen en estos manejos.
    
Nadie recuerda, en medio de los aplausos concitados por esta colocación de bonos a largo plazo, que una administración fiscal escasamente previsora, está comprometiendo los resultados del trabajo de las generaciones dominicanas del porvenir, que no están alejadas de las actuales generaciones por kilómetros carreteros, sino que se encuentran ahora como hijos en los hogares o alumnos en las escuelas, a la espera de que sus padres puedan legarles un país de menos pesares que éste en el cual van forjándose como hombres y mujeres del mañana.
    
Se habló, al proceder al cambio de mando en la jefatura del gobierno central, dos años atrás, de unas nuevas políticas de reordenación del gasto público y de eliminación del desequilibrio fiscal; y si bien se llevó a cabo un trabajo inicial esperanzador, todavía prevalecen situaciones que obligan a la concertación de préstamos con bonos y sin bonos, como el que algunos aplauden en este momento.

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