Con notoria candidez, la codirectora del Foro Económico Mundial que se reunió la semana anterior en ciudad de Panamá, en la república de Panamá, la Dra. Amanxtha González, señaló que se impone reconducir el crecimiento económico, pues, pese al sostenido crecimiento de muchos de los países de la región, la brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado, al extremo de que cada día es mayor el número de aquellos y menor la cantidad de éstos.
Nada nuevo bajo el Sol, pues esa afirmación de la integrante del Foro que hace poco se reunió en Davos, Suiza, y ahora lo hizo en tierra panameña, repite un lugar común en las discusiones relacionadas con el progreso de los pueblos, sobre todo cuando de economistas se trata, dados a esgrimir teorías de índole tan variada como contrapuestas en ocasiones, y que a la larga no hacen sino probar que la regla de oro es la de llevar una administración equilibrada de los ingresos y egresos de los gobiernos, los cuales, por encima de todas las hipótesis, deben seguir actuando como entes reguladores de las entidades intermedias de las sociedades humanas.
En Panamá se discutieron aspectos diversos relacionados con el desempeño de las políticas públicas y tan lejos se llegó que al Foro se presentaron mandatarios y ex gobernantes a proclamar las bondades de acciones políticas que ni los unos aplican en el ejercicio que cumplen ni los otros implementaron cuando les tocó la oportunidad de hacerlo.
En pueblos como el dominicano, las llamadas políticas neoliberales son nocivas, como pudo verse en momentos en que por la fiebre internacional, se aplicaron decisiones que han resultado onerosas para el Estado Dominicano que perdió riquezas incuantificables, a cambio de engañifas como las vividas con el sistema de producción y distribución de la energía eléctrica, en adición a pérdidas de las llamadas “empresas del Estado” que ciertamente funcionaban deficitariamente, porque a los políticos de turno no les interesaba tener administradores honrados al frente de las mismas, pues con ellos no podían lucrarse como habitualmente lo hacen, hasta con los recursos del erario.
A todos los pueblos de la tierra en donde la brecha entre ricos y pobres sigue creciendo, lo que hacen falta son políticos honrados y conscientes de la necesidad de aplicar la regla de oro, medidas fiscales sanas y juiciosas, por las cuales no se gaste más que aquello que ingresa a las arcas públicas y que de lo gastado, buena parte corresponda a inversiones y sumas menores se destinen a mantener una estructura que mientras más grande sea, más habrá que pedirle al pueblo que aporte para mantenerla.
A nadie deben caberle dudas, sin importar si estas sencillas ideas llegan o no a lugares como el Foro Económico Mundial, pero mientras la sensatez no se adueñe de las acciones de políticos, los hombres y mujeres de todas las naciones seguirán sufriendo penalidades diversas y la brecha entre los que poseen muchos y los que nada tienen, seguirá extendiéndose implacablemente. Para extrañeza de la codirectora del recientemente celebrado Foro Económico Mundial.
Nada nuevo bajo el Sol, pues esa afirmación de la integrante del Foro que hace poco se reunió en Davos, Suiza, y ahora lo hizo en tierra panameña, repite un lugar común en las discusiones relacionadas con el progreso de los pueblos, sobre todo cuando de economistas se trata, dados a esgrimir teorías de índole tan variada como contrapuestas en ocasiones, y que a la larga no hacen sino probar que la regla de oro es la de llevar una administración equilibrada de los ingresos y egresos de los gobiernos, los cuales, por encima de todas las hipótesis, deben seguir actuando como entes reguladores de las entidades intermedias de las sociedades humanas.
En Panamá se discutieron aspectos diversos relacionados con el desempeño de las políticas públicas y tan lejos se llegó que al Foro se presentaron mandatarios y ex gobernantes a proclamar las bondades de acciones políticas que ni los unos aplican en el ejercicio que cumplen ni los otros implementaron cuando les tocó la oportunidad de hacerlo.
En pueblos como el dominicano, las llamadas políticas neoliberales son nocivas, como pudo verse en momentos en que por la fiebre internacional, se aplicaron decisiones que han resultado onerosas para el Estado Dominicano que perdió riquezas incuantificables, a cambio de engañifas como las vividas con el sistema de producción y distribución de la energía eléctrica, en adición a pérdidas de las llamadas “empresas del Estado” que ciertamente funcionaban deficitariamente, porque a los políticos de turno no les interesaba tener administradores honrados al frente de las mismas, pues con ellos no podían lucrarse como habitualmente lo hacen, hasta con los recursos del erario.
A todos los pueblos de la tierra en donde la brecha entre ricos y pobres sigue creciendo, lo que hacen falta son políticos honrados y conscientes de la necesidad de aplicar la regla de oro, medidas fiscales sanas y juiciosas, por las cuales no se gaste más que aquello que ingresa a las arcas públicas y que de lo gastado, buena parte corresponda a inversiones y sumas menores se destinen a mantener una estructura que mientras más grande sea, más habrá que pedirle al pueblo que aporte para mantenerla.
A nadie deben caberle dudas, sin importar si estas sencillas ideas llegan o no a lugares como el Foro Económico Mundial, pero mientras la sensatez no se adueñe de las acciones de políticos, los hombres y mujeres de todas las naciones seguirán sufriendo penalidades diversas y la brecha entre los que poseen muchos y los que nada tienen, seguirá extendiéndose implacablemente. Para extrañeza de la codirectora del recientemente celebrado Foro Económico Mundial.
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