jueves, 10 de abril de 2014

Ser congresista

Por DUNIA DE WINDT.---¿Cuántos de nuestros congresistas se han ganado su puesto a pulso? ¿Cuántos de nuestros congresistas están en su curul y defienden a cabalidad la provincia que dicen ellos representar?
¿Cuántos de nuestros congresistas son seducidos por el hombre del maletín? ¿Cuántos de nuestros congresistas están realmente capacitados para esos puestos? ¿Cuántos de los congresistas son congresistas de verdad y no papagayos pagados en medios de comunicación?
Nuestros congresistas son actores del teatro político dominicano. En su mayoría están en esos curules por haber repartido unos milloncitos de pesos a los infelices de “sus provincias” o por el dedo de sus dirigentes partidistas, a sabiendas que la inversión será retribuida por maravillosos sueldos acompañados por numerosos ingresos extra que tanto gustan a todos.
Los congresistas de este país hacen piruetas para permanecer en sus puestos. Abundan, como parte de su trabajo, las reuniones secretas, cenas clandestinas, maletines extraviados y varios acuerdos por debajo de los curules.
Ninguno levanta la mano en contra de proyectos de ley y préstamos de beneficio para su gobierno y tampoco nadie exige una rendición de cuentas de por ejemplo: los bonos y préstamos que se han ido emitiendo a lo largo de esta legislatura, sino que son aprobados sin ton ni son. Nadie, nadie puede estar en contra del gobierno.
Este gobierno los posee a todos, es el ganado en el establo con intenso tufo a estiércol.
En ese sentido, no me siento representada por nuestros congresistas. Sé que muchos en esta sociedad, percibimos un Congreso plagado de artimañas, de juegos oscuros con el único objetivo de continuar succionando la “teta” del Estado. Es dañino que el gobierno de turno domine a su antojo todos los estamentos que rigen el país.
Pienso que como pueblo debemos exigir transparencia y cuentas a esos congresistas que viven de lo que nosotros pagamos. Puede ser una quimera en un país de mudos y desmemoriados, pero es hora de cambiar. Felices ellos de aprobar como hicieron recientemente que ningún civil pueda querellarse contra ningún político, franca coartada de libertad de expresión en pleno siglo XXI.
El Congreso Nacional debería ser un lugar de encuentro diáfano de las distintas fuerzas políticas del país con el único objetivo de aportar soluciones viables a los problemas que nos aquejan y de muro de contención cuando una ley no es válida. No un lugar de trabajo donde algunos van pensando que están en un colmado con una cerveza, asisten de vez en cuando y son aprobados proyectos y leyes a una velocidad de vértigo.

0 comentarios:

Publicar un comentario