martes, 27 de agosto de 2013
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Cuando funcionarios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aseguraron año y medio atrás que el cólera duraría largo tiempo en el suelo de la isla, muchos dominicanos pensaron que el mal podría durar largos años, pero en Haití, puesto que en la parte Oriental se guardan normas sanitarias con mayor celo que en el territorio Occidental; de manera que las noticias de la aparición de los casos de la enfermedad en la zona de San Cristóbal ha revivido lo que más que una predicción fue un dictamen profesional y por supuesto, también ha dado pie al temor de la propagación.
Combatir enfermedades epidémicas como ésta, requiere higiene en las personas de manera individual y en el entorno social, en el cual interactúan aquellas; y esa higiene comienza con el aseo personal, el del mobiliario y utensilios utilizados en una vivienda –sobre todo en las cocinas y los comedores-, el curado y potabilización del agua que se consume –más que nada, del agua ingerida y de la aprovechada para la cocción de alimentos o el lavado de los utensilios-; el lavado y desinfección de los sistemas sanitarios, la prevención que se asume al saludar a quienes lo hacen con un apretón de manos y la previsión individual en caso del baño recreativo en lugares públicos en los cuales no hay una renovación de las aguas y no se da un tratamiento constante a las mismas.
Por supuesto, ninguna de tales acciones libera del todo a quienes tienen residencia localizada en áreas cercanas a los sitios en que reapareció el cólera, pero son menos propensos a contraer los males intestinales, aquellos que asumen como un serio compromiso vivencial, todas y cada una de las acciones recomendadas por el Ministerio de Estado de Salud Pública y Asistencia Social a través de publicaciones y por vía de las recomendaciones divulgadas por las direcciones regionales de Salud, recomendaciones más o menos señaladas en esta opinión editorial.
Conviene la abstención de participar en ciertas actividades colectivas, como el baño público –en piscinas, verbigracia- en donde alguno de los que se lanzan a esas aguas puede estar sufriendo de cólera y de alguna manera inficiona las aguas de uso común que, salvo en instalaciones muy recomendadas, no siempre están exentas de contaminación por bañistas enfermos. Por igual, ingerir comidas en lugares públicos, con cubiertos de los cuales se sospeche no fueron sometidos a una asepsia especial.
Como puede colegirse de estas recomendaciones, la lucha contra el cólera no puede sostenerse únicamente con medicamentos ni es pelea que pueda quedar en manos de autoridades sanitarias; es una batalla a librarse en lo personal, con un modo de vida que parta de la limpieza absoluta, lo mismo que en lo público con las atenciones en los hospitales para los afectados y toda forma de previsión debe asumirse en kilómetros a la redonda del sitio en que hayan aparecido casos de infestados. Porque de otro modo, se cumplirán las palabras de los funcionarios de la OPS , en el sentido de que del cólera no se saldrá en la isla, por mucho tiempo.
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