martes, 6 de agosto de 2013
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Me motivó escribir este artículo varios trazos que mi papá escribiera la semana pasada, a propósito de cumplirse el viernes próximo pasado, el 2 de agosto, treinta y ocho meses de mi atentado; treinta y ocho meses de haber vuelto a la vida por la mano divina: treinta y ocho meses en los cuales tanto mi familia como quien escribe, fuimos no solamente objeto del sicariato físico, sino también moral; en todo este tiempo hemos tenido que poner a prueba nuestra paciencia y paz, buscando que dejáramos de exigir justicia.
He querido escribir este artículo también, a propósito de lo que he escuchado en varias ocasiones en el juicio de fondo y lo escuchamos en las catorce que tuvo la audiencia preliminar; de parte de algunos abogados y defensores técnicos de los imputados, de que: “cuál es la prisa por conocer este proceso, cuando otros tienen más tiempo”. Cuando escuchas a una persona que ejerce el derecho con ese criterio, te deja ver qué tan relajado está su criterio sobre lo que es el concepto justicia, porque se supone que deben ser auxiliares de la justicia, y no obstáculos y que al defender a imputados deberían estar procurando que el proceso se conozca con celeridad y no colocando incidentes en el camino, no para regularizar el proceso, sino para colocar escollos.
Cuando escuchas a un abogado o abogada, con este tipo de opinión, te convences cuál es el criterio que tiene de nuestra justicia y que asume que todo expediente debe ser llevado con lentitud y trabas, independientemente de si existen o no garantías para las partes no para una sola. Cuando escuchamos a personas que siendo abogados y abogadas, que estudiaron para ese oficio, tenga como fin principal dedicarse a ser un mero papel que debe objetar o proponer incidentes porque si, ya que el trabajo es hacer largo el caso, entonces mientras más de prolongue, soy mejor abogado y abogada, ¡qué criterio más penoso¡
En ese artículo que escribiera mi padre y que comencé mencionando, entre otros coas, expresa:
“4.- la justicia dominicana es la que está llamada a dar respuesta a quien pagó para matar a Jordi, y a los que se organizaron para materializar el hecho, solamente así puede nuestra familia, y la sociedad, sentirse, en parte, aliviada por el daño recibido”.
“5.- Hasta tanto no se dicte una sentencia ejemplarizadora contra los que se asociaron para asesinar a Jordi, el crimen organizado va a seguir actuando en nuestro medio con la creencia de que goza de impunidad para llevar luto y pena a lo mejor de la sociedad dominicana, que aspira a vivir bajo un estado de seguridad plena”. Continúo citando:
“6.- La única forma de generar tranquilidad en una sociedad, en la cual existen altos índices de criminalidad y delincuencia, es hacer que los miembros de la comunidad confíen en que los órganos jurisdiccionales funcionan con agilidad, y conforme a la ley y el derecho. De lo contrario, los hombres y mujeres de bien se sienten abandonados, a merced de lo que decidan aquellos que poner precio a la vida de los demás”. “7.- El caso de mi hijo Jordi, ha servido para demostrar que la sociedad dominicana precisa de instrumentos legales que funcionen acorde con el desarrollo de los métodos que utilizan los criminales de hoy. Nuestro pueblo no puede estar indefenso ante asesinos que disponen de amplios recursos económicos, y equipos de alta tecnología para materializar sus designios criminales”.
A ese tipo de respuesta que les comenté y que hemos estado escuchando en diecinueve de los reenvíos, entre audiencia preliminar y de fondo, le indicó que no es atropello lo que busca una víctima en un proceso, sino agilidad y justicia.
Hemos demostrado como familia, que desde el inicio, no hemos buscado salcochar el proceso, hemos sabido pedir y cuidar que se mantengan las garantías para todas las partes y que no se le vulneren derechos a nadie; es por ello que cuando hemos buscado impedir la continuidad de los incidentes, es porque estamos exigiendo igualdad y que los mismos ya no caigan en la vulneración de los derechos nuestros.
Hemos sido, a pesar de ser los que sufrimos las consecuencias, más nobles que nuestros adversarios, pero no podemos esperar menos de ahí, saber que debemos seguir adelante, sin desfallecer.
La sociedad dominicana de hoy, tal como precisa el artículo citado, requiere de una respuesta más efectiva, no solamente para el caso particular nuestro, sino de todos y todas.
La única manera de dar respuesta a las exigencias sociales de hoy, es haciendo más efectiva y ágil el trabajo jurisdiccional, que permitan enfrentar el descaro de quienes buscan burlar la vara de la justicia por la comisión de sus crímenes.
Hoy la profesionalización de la criminalidad requiere de respuestas más rápidas y efectivas, la realidad que hoy vive la sociedad dominicana, no es la de ayer, por lo que debe existir otro tipo de accionar. Cuando se pretende agilidad, no es buscando atropellos, sino evitar que el crimen impongan su autoridad.
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