martes, 20 de agosto de 2013
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El fallecimiento del Dr. Rubén Antonio Cruz Abinader, de la Clínica Unión Médica de Santiago de los Caballeros, ocurrido a causa del dengue que lo infestó y fue tardíamente tratado, coloca al país ante una situación totalmente distinta a la que se contempla desde los consultorios médicos, las clínicas y hospitales y aún desde el Ministerio de Estado de Salud Pública y Asistencia Social, pues enseña la debilidad humana y los efectos de ésta, cuando las personas se muestran renuentes a aceptar un padecimiento o a luchar contra el mismo, a sabiendas de sus negativas consecuencias.
Las autoridades de Salud Pública admiten las muertes de alrededor de medio centenar de personas durante este año y la detección de varios miles de afectados, conforme registros hospitalarios; pero, hasta poco antes de su fallecimiento, el Dr. Cruz Abinader pudo no ser un enfermo de dengue y él mismo, en su calidad de galeno, pudo identificar la sintomatología como propia de otro proceso infeccioso, sin percatarse, por las razones que tal vez ni sus mismos colegas del centro Unión Médica puedan explicar, que su salud estaba siendo afectada por el terrible dengue.
¡Sabrá Dios cuántos de los otros casos de muertes por dengue derivan de situaciones similares, en las que los pacientes no sienten la necesidad de acudir a la consulta médica o se entienden lo suficientemente fuertes como para vencer el mal que los aqueja!
Esta realidad palpable a partir de la lamentable muerte de este médico santiaguero, pone al descubierto una proclividad propia tal vez de todas las gentes, notoria entre los dominicanos y resaltante en unos seres más que en otros, y que podría explicar decesos durante procesos epidémicos y pandémicos de enfermedades letales que si bien es cierto quiebran a los más débiles por la edad –infantes o ancianos-, también contribuyen a desenlaces fatales en quienes, más vigorosos, se niegan a conocer el curso de un determinado padecimiento, en un momento determinado.
Es, ante esta realidad percibible a partir de la muerte del Dr. Cruz Abinader, que los servicios médicos en general –públicos y privados-, con el Ministerio de Salud a la cabeza, tienen que dar un nuevo enfoque a la epidemia de dengue que afecta regiones específicas del país, para buscar entre los afectados que no se agravan pero mantienen viva la infección y por tanto, sirven a la propagación cuando se cree que el mal está vencido, de manera que puedan ser curados y no mantengan latente el mal.
Y lo dicho del dengue, vale, para el mañana, ante toda otra epidemia de otra enfermedad infecciosa que ataque a los dominicanos.
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