sábado, 3 de agosto de 2013
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La Sala 1,105 del Tribunal de San Juan, en Puerto Rico, finalmente encontró inocente de los cargos de asesinato de la señora Georgina Ortiz, a la dominicana Aída de los Santos Pineda, quien, aunque ya vivía en su tierra natal, República Dominicana, cuando fue acusada, retornó a la vecina isla para enfrentar la acusación y defenderse sin posibilidad alguna de ser encontrada inocente, de los cargos imputados por la justicia boricua.
El jurado del tribunal, compuesto de nueve mujeres y tres hombres, halló inocente a Aída, porque el Ministerio Público, representado por la Fiscal Elba Acevedo, no pudo probar que el arma con la cual cortaron la yugular a la víctima, un cuchillo, tenía restos de ADN o huellas de la acusada; y aunque la fiscalía intentó de todas maneras incriminar a la dominicana señalando que entraba en contradicciones, el jurado asumió a unanimidad el dictamen de la “no culpabilidad”, asumido, a su vez, por la jueza Eloína Torres Cancel.
Para la dominicana, el caso inició en agosto del año 2010, cuando el cuerpo de la víctima fue encontrado sin vida en el departamento en el cual vivía, en el sector del Condado, de San Juan; y los investigadores prefirieron, antes de adentrarse profundamente en la búsqueda de evidencias o siquiera indicios que los condujesen a un culpable real, culpar a la dominicana, pues además de extranjera en la vecina isla, también era inmigrante ilegal.
Pero Aída no se encontraba dispuesta a cargar con culpas ajenas, si bien no tenía posibilidades de ganar, pues la víctima fue la esposa de un exjuez del Tribunal Supremo, Carlos Irrizarry Yunqué y no era verdad que ni siquiera en el proceso de investigación, pudiera tocarse a esa persona con el pétalo de una rosa. Pero al Cónsul General de la República Dominicana en Puerto Rico, Franklyn Grullón, le resultó significativo que la acusada, en vez de huir, decidiera enfrentar los cargos. Y dispuso asistirla económica y legalmente en nombre del Gobierno Dominicano.
A lo largo de los tres años transcurridos, los dominicanos en la vecina isla, movilizaron toda palanca que pudiera contribuir al esclarecimiento de la conducta de la antigua doméstica; hasta que consiguieron demostrar que no toda acusación encuentra eco en un jurado de tribunal, si no se sustenta en hechos incontrovertibles y probables y que no todo acusado está solo en el mundo, sobre todo si la acusación es falaz.
La historia de Aída de los Santos Pineda es una lección para el Gobierno Dominicano, pues prueba que cuando se le ofrece apoyo y asistencia a dominicanos calumniados y procesados en el exterior, puede lograrse que los sistemas judiciales los exoneren, si a ello se da lugar como resultado de las indagatorias y del juicio público, oral y contradictorio al que se someta el acusado, como es el caso de Aída de los Santos Pineda.
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