jueves, 24 de julio de 2014

El realismo domínico-haitiano

El encuentro trilateral entre Haití, República Dominicana y la Unión Europea, puso de manifiesto, para un buen entendedor, las serias y folklóricas dificultades entre ambos países para plantearse con seriedad y racionalidad occidental la problemática de sus relaciones. Son dos países incapaces de plantear ese problema y sus soluciones, tanto a nivel de lo comercial, lo ambiental, lo sanitario, lo migratorio y demás aspectos que encierran las relaciones entre los dos países.
    
En los últimos tiempos esos problemas se han agravado, especialmente en lo que respecta a las relaciones comerciales accidentadas por el contrabando y las prohibiciones, y en lo que tiene que ver con el descontrol de una migración masiva de haitianos, quienes se están vaciando hacia el lado dominicano por la inexistencia de una frontera controlada, y por lo cual se han caldeado las posiciones encontradas entre los sectores que en ambos países toman posición frente al problema.
    
Esas posiciones encontradas se han elevado de tono avivando del lado haitiano el “anti dominicanismo” y del lado dominicano el “antihaitianismo”. Esa situación se agrava aún más por la posición ambigua y cínica de la Comunidad Internacional que justifica la creencia, falsa o cierta pero igualmente dañina, de la existencia de una “trama internacional” para buscarle una solución irresponsable a la indeseada, para ellos, inmigración haitiana a través de fomentar la “fusión de la isla”, idea histórica que ha conformado el psiquismo colectivo de haitianos y dominicanos y sobre el cual se han modelado actitudes compartidas de suspicacia y “chivismo”.  
    
La expresión del Presidente Medina llamando al Presidente Martelly  a “mirarse a los ojos y a estrecharse las manos para trabajar hombro con hombro para el fortalecimiento de ambos países”, es más que nada un lamento con el que se reconocen las serias dificultades en las relaciones entre ambas naciones. Por su lado, la exhortación del representante de la Unión Europea, poniendo el énfasis en una “solución humana”  frente al problema de la desnacionalización creada por las decisiones de la JCE y el TC, soslayando la complejidad y peso del problema migratorio, también aviva la percepción, quizás subjetiva y arbitraria, de quienes ven en los organismos internacionales el interés de que este país sea quien resuelva el problema de la población sobrante de Haití que sólo tiene como perspectiva la emigración.   
    
La ayuda que pueda venir de la Unión Europea para ambos países, especialmente para la zona fronteriza, debe ser bienvenida, pero la confusión y pasividad frente a los problemas entre ambas naciones, especialmente el migratorio, tiene que hacernos conscientes de la necesidad estratégica de concentrarnos: Primero en el reconocimiento, de acuerdo a la Ley, de los nacionales descendientes de haitianos documentados; Segundo en la aceleración del Plan de Regularización; Tercero,  la puesta en práctica de un programa de repatriación masiva de ilegales; Y cuarto, la ejecución de un proyecto bien concebido para el control de frontera, puertos y aeropuertos. De esa forma, el país daría un ejemplo a la Comunidad Internacional de su capacidad de sustentar la cacareada soberanía mediante una metodología racional e institucionalmente organizada.

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