El superintendente de pensiones ha hecho pública la advertencia de que más de un millón de los asegurados contributivos, se pueden quedar sin pensiones luego de cumplir la edad de retiro, a consecuencia del alto nivel de comisión de un 30% cobrada por las AFP, entidades que administran los fondos de pensiones. Ese simple señalamiento pone de relieve cómo la economía dominicana se ha ido tejiendo exclusivamente para fomentar buenos negocios altamente rentables para dar lugar a una minoría rica y muy rica, cuya finalidad exclusiva es maximizar lo más que se pueda la tasa de retorno del capital.
Esa situación se aprecia también en el sistema eléctrico, el cual aunque es el más ineficiente, malo y caro en perjuicio de todos, es el de mayor rentabilidad para los generadores quienes lograron, con la desgracia de la “capitalización”, niveles de rentabilidad de más del 60% anual en dólares, causa eficiente no sólo de la ineficiencia del sistema, sino de la capacidad de sabotaje aplicada por los intereses creados en el sector, para impedir los proyectos e iniciativas que modifiquen la situación.
Esas manifestaciones de nuestra economía también se expresan en un modelo que se ha fundamentado en el pago de salarios bajos, con lo cual se fomenta la pobreza y la desigualdad, al tiempo que se favorece la desnacionalización de la masa laboral, estimulando una descontrolada inmigración de mano de obra haitiana ilegal, que de continuar como hasta ahora, amenaza la soberanía de la República, en aras de la maximización de la tasa de retorno del capital.
Con el neoliberalismo económico instaurado a partir del 1996, en la nueva fase del “capitalismo salvaje” criollo, las tendencias para favorecer la formación de la minoría rica se fortalecieron, manifestándose con fuerza en la estrategia para atraer la inversión extranjera, como quedó establecido en los contratos de concesiones y en el contrato con la Barrick Gold. Esas políticas estimuladas por la “apertura de mercados” también han privilegiado las importaciones por sobre la exportaciones y el endeudamiento externo e interno por sobre las fuerzas productivas nacionales, con lo cual no sólo se han favorecido los intereses exógenos, sino que también se ha enriquecido a una nueva clase compuesta por negociantes, políticos y comunicadores, degenerados mediante la generalización de la corrupción y estableciendo el más gigantesco e inmoral desorden en los ingresos en el sector público para enriquecer a la tecnocracia y a la cúpula partidaria.
Esa situación se aprecia también en el sistema eléctrico, el cual aunque es el más ineficiente, malo y caro en perjuicio de todos, es el de mayor rentabilidad para los generadores quienes lograron, con la desgracia de la “capitalización”, niveles de rentabilidad de más del 60% anual en dólares, causa eficiente no sólo de la ineficiencia del sistema, sino de la capacidad de sabotaje aplicada por los intereses creados en el sector, para impedir los proyectos e iniciativas que modifiquen la situación.
Esas manifestaciones de nuestra economía también se expresan en un modelo que se ha fundamentado en el pago de salarios bajos, con lo cual se fomenta la pobreza y la desigualdad, al tiempo que se favorece la desnacionalización de la masa laboral, estimulando una descontrolada inmigración de mano de obra haitiana ilegal, que de continuar como hasta ahora, amenaza la soberanía de la República, en aras de la maximización de la tasa de retorno del capital.
Con el neoliberalismo económico instaurado a partir del 1996, en la nueva fase del “capitalismo salvaje” criollo, las tendencias para favorecer la formación de la minoría rica se fortalecieron, manifestándose con fuerza en la estrategia para atraer la inversión extranjera, como quedó establecido en los contratos de concesiones y en el contrato con la Barrick Gold. Esas políticas estimuladas por la “apertura de mercados” también han privilegiado las importaciones por sobre la exportaciones y el endeudamiento externo e interno por sobre las fuerzas productivas nacionales, con lo cual no sólo se han favorecido los intereses exógenos, sino que también se ha enriquecido a una nueva clase compuesta por negociantes, políticos y comunicadores, degenerados mediante la generalización de la corrupción y estableciendo el más gigantesco e inmoral desorden en los ingresos en el sector público para enriquecer a la tecnocracia y a la cúpula partidaria.
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