Me encantó la dinámica que se generó la semana pasada con la columna “Padres de la modernidad”, pues quiere decir que la meta se cumplió: generar discusión y entendimiento en este tema que nos toca de manera sensible por muchas razones.
Y digo “muchas razones” porque toda acción es generada por una razón y sería injusto no reconocer que muchos hábitos que hemos asumido se deben a situaciones que, muchas veces, escapan de nuestras manos.
Leer mi columna y asumir literalmente las palabras con rigidez es no “leer entre líneas”, es irse por la tangente y justificar lo injustificado.
Y lo injustificado es dar a los hijos todo lo que nos piden sin enseñarles el valor de las cosas y las personas, sin reconocer la importancia de ganárselas a través del esfuerzo.
Lo injustificado es protegerlos tanto que no les permitamos crear sus propias defensas ni aprender de sus caídas.
La idea no es que los tiremos a las calles a “defenderse como ellos puedan”, la idea es darles las herramientas, vuelvo y repito, y hacerles entender que todo lo que reciben tiene un costo y un valor, pues ambas palabras tienen connotaciones diferentes.
La idea no es permitirles hacer lo que ellos quieren y convertirnos en padres sin autoridad y luego quejarnos de la gran cantidad de niños malagradecidos, sin entusiasmo y vagos, y los hay en todas clases sociales...
La idea es recordar que, como padres, somos los constructores de esta nueva generación de adultos inútiles y débiles. A ellos no les estamos exigiendo nada y por eso son una “generación del merecimiento”. Piense un poco en ello antes de decir “sí” porque “yo puedo dárselo”.
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