Todo en la vida tiene un precio y un valor, talvez no como a ustedes les llegue ahora a la mente, pues nos hemos dejado llevar por esa sociedad consumista que hemos permitido a nuestro alrededor... empezando por cómo estamos educando a nuestros hijos.
La discusión de que “todo tiene un precio” es vieja y muchos han llegado a creer que ese precio puede cubrirse con dinero.
Puedo entender que lo material pueda costar unas cuantas papeletas, pero las personas en sí no tienen una etiqueta de compra y venta, aunque muchos intenten comprarlas y unos tantos se dejen comprar o, peor aún, un grupo quiera venderse.
Sin importar lo que unos paguen y otros cobren, y que unos se sientan dueños y otros posesiones... ese trueque es simplemente pasajero y cambiante, según los requerimientos de compra y venta, con el agravante de que no hay contrato legal... Todavía no hemos llegado ahí... gracias a Dios.
Como yo lo veo y planteo, “el valor de las cosas” es diferente, pues al precio al que me refiero tiene relación directa con el esfuerzo y dedicación que hemos empleado para lograr las cosas y el respeto y aprecio de las personas.
Nada llega de la nada y todo requiere de un esfuerzo determinado. Debemos entender que lo que fácil llega... fácil se va... y que las cosas que no nos cuestan, ya sean en moneda legal o con tiempo y trabajo, no son valoradas, a veces, ni por nosotros mismos.
Hay que empezar a dar valor a lo que nos rodea y aprender a darnos valor a nosotros mism
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