En ese parque Enriquillo, habitado por cientos de palomas que llegaban cada día y deleitan a los moradores y transeúntes, pero que un día no solo llegaron ellas, las palomas, también llegaron ellos, los niños y adolescentes, desde cualquier punto de la geografía. Descalzos, envueltos en andrajos, despeinados. Ahí, sobre el cemento y en sus manos el cemento que olían, para no sentir: el hambre, la soledad, el miedo, la tristeza el abandono, abandono de una familia, de un barrio de una comunidad, el abandono de todos y todas, que les expulsamos a las calles, esa calle que es una opción de vida en medio de tanta muerte, surgen los palomos.
Y con ellos Niños del Camino, entre casas deshabitadas, desvencijadas en cualquier espacio o lugar que los palomos estuviesen, lo que nos da un carácter eminentemente urbano, aunque sus orígenes, los encontremos en los caminos polvorientos de los pueblos más pobres o en las orillas de los ríos Ozama, o Isabela.
En medio de tanto dolor de alguien que apenas inicia la vida, surge la compasión, como sentimiento obligado a los desvalidos, a los infelices, y pobres niños que viven en las calles, a los palomos, que no tienen nada.
Y así dejamos de observar el que ellos, no tenían nada material, mas poseían el coraje, necesario para decidir desde sus primeros años, entre morir o vivir. Que ellos, los palomos eran unos guerreros, guerreros de la vida, que ante tanta muerte, habían optado por la calle, como opción de vida.
Y así dejamos de observar el que ellos, no tenían nada material, mas poseían el coraje, necesario para decidir desde sus primeros años, entre morir o vivir. Que ellos, los palomos eran unos guerreros, guerreros de la vida, que ante tanta muerte, habían optado por la calle, como opción de vida.
Y a partir de esta mirada, la reflexión sobre estos ciudadanos, que habían sido despojados de su ciudadanía, pero que tienen los mismos derechos que yo, que tu y que todos, con la gran diferencia de que no han tenido otra opción que la de optar, por la vida en la calle. Es a partir de ello, que la intervención se enfoca sobre el reconocimiento de sus derechos y la exigibilidad de los mismos. La búsqueda de la garantía de sus derechos y el empoderamiento de los mismos en la población y la prevención del fenómeno. Este cambio en la mira y enfoque del trabajo se acompañó de un cambio en la población que se redefine desde otras calles de la misma ciudad.
Fenómeno complejo, que muta y se transforma, se reinventa y reaparece en nuevas calles, en las calles de los lugares de mayor nivel económico, ya no como los palomos que olían el cemento en las inmediaciones del parque Enriquillo, ahora los muchachos que limpian vidrios desde las avenidas Máximo Gómez, Abraham Lincoln, Wisnton Churcull, Sarasota, no solo absorben el humo de los carros, que pasan por estas avenidas, se juntan para disfrutar de un tabaquito, que les hace olvidar por un rato, el mundo en que viven.
En este reinventarse los muchachos y muchachas que viven en las calles en los últimos dos años, han disminuido su presencia en calle y no han regresado a los viejos lugares. También es casi nula la asistencia al espacio de encuentro con Niños del Camino. Ante esta situación las salidas a las calles aumentan en busca de una explicación al fenómeno que pasa en las calles, que pasa con los infantes y jóvenes callejeros, hasta descubrir el que la mayoría de ellos están en Centros de Detención para infantes y jóvenes.
Este hecho nos plantea un nuevo reto para el trabajo y las estrategias de intervención de Niños del Camino. En la gran mayoría de la población callejera, el nivel delictivo que hasta el momento se conocía en el accionar de los callejeros, caracterizado por el descuidito (robo menor). Su salida y regreso a los centros de detención es más frecuente, pues ya están enganchados, más allá del humo. Ahora se habla en las calles del uso más habitual del perico, que les obliga a la búsqueda no solo de lo que me regalan por la limpieza del vidrio de un carro, pues no alcanza ni para un perico y frente a la necesidad del siguiente, pues el enganche es mayor.
Lo que convoca a Niños del Camino es a la reinvención de las estrategias para el contacto con la población y los actores intervinientes, en los espacios que se habían demarcado, desde la prevención, acompañamiento, intervención socioeducativa y en la coordinación del trabajo mismo.
Hecho que nos confronta con el reto de la redefinición del propio medio y del trabajo que hasta este momento estaba claramente definido, y que ahora se extiende desde la calle hasta los centros de detención de infantes asumiendo los retos de:
En la coordinación el Estado Dominicano, en la producción y ejecución de las políticas públicas en materia del cumplimiento de las medidas alternativas.
En la incidencia para la modificación, adaptación y creación de políticas públicas dirigidas a la niñez.
En la transferencia de capacidades desde las instituciones públicas (estatales) y privadas (con y sin fines de lucro).
En la sociedad civil, para la compresión del fenómeno y participación responsable de las comunidades en el proceso de intervención de las medidas alternativas impuestas a los infantes.
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