lunes, 18 de noviembre de 2013

De haber cumplido con Haití

Los gobiernos comprometidos con la nación y el gobierno de Haití incumplieron sus promesas, anunciadas en dos ocasiones distintas, de asumir la carga económica supuesta en el establecimiento de la democracia, con la reposición de Jean Bertrand Aristide como Presidente de la República; y en la reconstrucción de la capital y sus derredores, poco menos que devastadas por el terremoto de enero del año 2010; pero esos gobiernos, como se ha dicho en innúmeras oportunidades, olvidaron muy prontamente los compromisos supuestos en las ofertas de asistencia y, como consecuencia, desesperados grupos humanos, acuciados por necesidades perentorias, levantan voz de protesta y reniegan del presidente Michel Martelly.

Este lunes están proyectadas algunas de las protestas populares en las cercanías de Petionville, un sector residencial que a lo largo de muchos años se consideró un coto ajeno a las dificultades vividas en el resto del territorio de ese vecino Estado, en la isla de Santo Domingo y que poco días atrás fue escenario de la violencia desencadenada por grupos de hambrientos haitianos que se llegaron al sector desde barrios populosos y abandonados en Puerto Príncipe. Las protestas a escenificarse en el día de hoy serán enfrentadas por la policía, conforme los anuncios de las autoridades haitianas.
    
Nada de cuanto está aconteciendo hoy en Haití ha debido ocurrir; mas, sucede por el incumplimiento de las ofertas de asistencia en los montos convenientes para que los pobladores del empobrecido país lleguen a erguirse por encima de sus ancestrales carencias. La República Dominicana tampoco estaría siendo sujeto de ataques de unos pocos dominicanos y de gobiernos de pueblos isleños vecinos, si tales promesas hubieran sido cumplidas; si la asistencia que los países comprometidos han entregado hubiera producido alguna forma de crecimiento y si Haití se encontrara en condiciones de albergar a satisfacción, a sus propios hijos.
    
Debido a que Haití no genera esperanzas entre los suyos, grandes masas emigran y en razón de las facilidades derivadas de una frontera común, penetrable sin dificultades, buena parte de esos emigrantes pasan a territorio dominicano en donde hasta ahora, encontraron facilidades y connivencia local para declarase como nacidos al Este de la isla, en ciudades de la Provincia de San Cristóbal, principalmente, con nombres dominicanos; y han hecho vida entre los dominicanos, trabajando de manera permanente en la agricultura y en la construcción al suplir una mano de obra nacional que desde hace tiempo se alejó de los campos y de las construcciones, a veces para, a su vez, salir del territorio dominicano como emigrantes hacia Estados Unidos de Norteamérica de manera principal. Pero este éxodo fronterizo hacia territorio dominicano no se hubiese generado, si los gobiernos de los países comprometidos con la suerte de Haití hubiesen cumplido con su palabra.
    
Por vez primera en años, el Gobierno Dominicano asume conciencia de que la isla Hispaniola está dividida en dos Estados, que uno de ellos, con su pueblo, ocupa un tercio aproximado de la isla, con una activa población, con una tasa de natalidad superior a la del dominicano, presa de una secular pobreza a cuya existencia han contribuido sus hijos más notables, sobre todo los que han participado en la vida política, enriquecidos por el aprovechamiento de los recursos públicos y despreocupados por darle a los suyos, al pueblo de Haití, una meta halagüeña hacia la cual enderezasen los pasos, todos unidos. Por primera vez en años se asume conciencia de ello y el retomar un tema interrumpido en 1961, se ha tomado a mal.
    
República Dominicana sufre los efectos del incumplimiento de unos, la irresponsabilidad y la corrupción de los otros y de la despreocupación de todos, porque nadie tiene compasión por el hambre que se sufre en casa ajena; que para el caso, es lo mismo que decir que ni los gobiernos de países ricos que en algún momento, en años recientes, dieron palabra de ayudar a los haitianos, ni los políticos haitianos, inveteradamente indiferentes al llanto de su pueblo por encontrarse más inclinados al logro de su propio bienestar, se han interesado por conseguir el crecimiento de Haití.

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