martes, 30 de abril de 2013

Día del Trabajo


Este pasado lunes fue celebrado el Día del Trabajo. El primero de mayo encuentra a una clase trabajadora desvalorizada y sobre todo atomizada y sin una real representación sindical. Los trabajadores dominicanos no tienen dolientes. La inflación y los “paquetazo fiscales” que han venido aplicando los gobiernos se han encargado  de reducir el salario real; y la transformación y diversificación de la economía de mercado obligan a la masa laboral al pluriempleo y al trabajo informal de escasa productividad.
    
El deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores dominicanos tiene su origen en un modelo económico que desde los años sesentas asumió como función objetivo el fomentar la iniciativa privada, resaltando el rol de la Empresa y los empresarios a favor de los cuales se dispusieron condiciones que  privilegian  la Empresa, asegurándole  condiciones que permitieran la maximización de los beneficios. El modelo asumió que el empuje de la Empresa dependía del desarrollo de una masa obrera sobre la base de un bajo salario hasta llegar al mínimo soportable.  

Bajo esa concepción, el sindicalismo y los derechos humanos de los trabajadores surgen como disfunciones que obstaculizan el “desarrollo” dominicano. Por eso el sindicalismo se ha visto como una amenaza para la Empresa y el desarrollo. Esa mentalidad tradicional se ha fortalecido en la nueva fase del “capitalismo salvaje” donde el llamado “libre mercado” convierte todo en mercancía y negocio, soslayando al trabajador y peor aún convirtiendo al Estado en una superestructura jurídica minimalista cuya función primordial es garantizar el “libre comercio” de modo que no distorsione el “libre mercado”.
    
Pese a una tasa de crecimiento de la economía del orden del 5% en promedio anual en los últimos 50 años, la pobreza y la desigualdad entre ricos y pobres se han hecho crónicos y RD ha pasado a ser uno de los países de mayor desigualdad dentro de una América Latina que encabeza a los países del mundo con la mayor desigualdad social. Frente a esos resultados, el modelo de economía centrado en la Empresa se revela como una falacia que ni promueve el desarrollo, ni menos la justicia social. La relación Empresa, Estado y Trabajo resulta desequilibrada y promotora de asimetrías.  

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